(PAG
19): “Se aspira a seguir un modelo de
crecimiento planificado y sustentable, resultado es producto de procesos
participativos y consensuados entre los diversos actores que operan en el
territorio”.
Este párrafo ya no contiene errores,
sino flagrantes mentiras. No ha existido jamás un serio proceso participativo
en el que “diversos actores que operan en el territorio” pudieran consensuar
posiciones para la creación del Plan. Urnas en la fluvial para poner un
papelito, una dirección de correo electrónico para que una población que no
cuenta con servicio de internet haga aportes, o encuestas entregadas en las
escuelas que muy pocos padres pueden afirmar haber visto, tal vez no más de ochenta, ni siquiera las docentes consultadas a este respecto, desmienten la seriedad de la convocatoria. La misma
Fundación Metropolitana, entidad encargada de la creación del estudio para el
plan de manejo, reconoce extraoficialmente lo endeble de la participación
isleña.
Los únicos isleños que han hecho
aportes relevantes son quienes por la propia naturaleza de sus actividades
estaban al tanto de todo lo que se iba desarrollando, mientras el resto de la
población permanecía ignorante de lo que era el Plan de Manejo.
Continúa la página 19: “Se aspira a lograr un delta residencializado, pero no
continentalizado, en el que se logre un equilibrio entre el proceso
antropizadora y el ambiente.”
Y aquí otra vez el verdadero objetivo
del Plan: crear una gran urbe de “maquillaje verde”, receptora de una enorme
masa turística, única actividad que se reserva para la región de manera confesa
y minuciosamente detallada en la ordenanza.
Al isleño no se lo escucho, no se le dió voz, y no se lo miró.
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