sábado, 31 de julio de 2021

 

Norberto Ralt

A mi buen vecino Héctor Pérez Lovecraft

LA DANZA DE LOS VAMPIROS 

Por Norberto Ralt

En el número pasado del excelente, soberbio y magnánimo “Boletín Isleño” conocimos la historia de aquel prohombre llamado Sandor Mikler. Luchador infatigable de la causa isleña, Mikler abrazó con pasión ideas relacionadas con la libertad, el trabajo, la identidad y la autonomía de ésta, nuestra región submarina. Fue así que promovió la formación del “Primer Congreso Isleño”, en 1936, dando origen al día en el que todos celebramos nuestra pertenencia al río, el 31 de Octubre “Día del Isleño”. Había venido de Europa pero, una vez adentrado en los pajonales, el hombre olvidó prontamente a su Transilvania natal, tenebrosa región a la que abandonó siendo apenas un mozalbete. 

            Ochenta años después del arribo de Don Sandor al Delta recibimos, como si se tratara de la llegada de un profético mesías, el desembarco de su tataranieto, Igor Mikler. Igor manifestó, a poco de haber llegado y en un español algo grotesco que: “historias de abuelo en isla, famosas en Rumania. Yo querer recuperar su obra, movilizar producción, unir trabajador y soñar con autonomía política.” También subrayó que
: “Transilvania, fea la situación. Muy jodido vampiros. Pican!”

            Se conoce que, en las ominosas protuberancias rocosas de Transilvania, la situación no es la mejor. El acuerdo de precios entre el gobierno Rumano y los supermercados chinos no se cumple, la inflación real no se condice con los índices oficiales, el clima es destemplado y brumoso, entre otras calamidades. Pero los problemas que padecen los habitantes de esta mítica región europea no terminan ahí, Igor asegura que el permanente aullido de lobos y los horrendos gritos de espanto que se escuchan durante las noches hacen que resulte imposible conciliar el sueño, por lo que el stress resultante de dicho padecimiento es una de las principales causas de suicidio entre la aterrada población. Tampoco se ven, por esas latitudes, ni lanchas colectivas ni pintorescos botes de paseo como los que navegan por nuestros ríos, sino que, de vez en cuando, flotan imposibles, ruinosas carabelas de maderamen putrefacto, tripuladas por fantasmas en busca de cerebros.


Sandor Mikler, inmigrante, periodista
 y luchador de la causa isleña -1936-

Haciendo honor a su tradición de comarca maldita y no conforme con todas estas desgracias, en pleno 2013 los vampiros andan a la orden del día en la arcaica Transilvania, picando y jodiendo a medio mundo. “Vampiros ponerse jodidos. Yo cansar de que me chupen sangre y venir a isla a vivir como abuelo, en libertad.” Según Igor: “En último año vampiro colar tres veces por ventana y querer picar”, e insiste: “querer chupar sangre mía noooooooo, vampiro malo… ¡pica!” Mientras habla, su aberrante y antiterrenal relato es acompañado por gestos indescriptibles que pretenden graficar el ataque de esas innominables y membranosas entidades del infierno.

            El pobre cristiano que es mordido, finalmente queda condenado a la eternidad de una muerte en vida. La corrupción de esos cuerpos sin alma en permanente búsqueda de sangre, puede olerse en kilómetros a la redonda. Vale decir que no está bueno vivir en la pútrida Transilvania. Tal vez ese sea el principal motivo por el que Igor Mikler emigró y buscó refugio en los pagos del abuelo que, con la pluma y el machete, forjó la idea de la autonomía isleña.

           

El hogar de Igor en las blasfemas 
montañas de la locura
Durante los primeros meses de estadía en nuestro país el muchacho compró un traker con un cuarenta caballos y una quinta en la Primera Sección. Reparó la vieja casa isleña y el tractor “Fordson” con sus propias manos. Luego zanjeó y dejó el terreno preparado para la plantación del álamo, del americano y del mimbre, según las instrucciones dejadas por Don Sandor en su testamento. El espíritu del inmigrante se vio embargado y abrazado por el romanticismo de la vida isleña. Por las noches, el cuerpo y la mente descansaban en un colchón sonoro de grillos y ranitas muy diferente a los perturbadores y obscenos aullidos de horror a los que uno nunca se acostumbra allá,  en las brumosas montañas de la locura, al norte de todo, donde la malignidad se respira en el azufre enrarecido, en la Transilvania maldecida y exiliada de la cordura.

            Pero como lo bueno dura poco y como si la peste rumana hubiera viajado en la sangre de Igor hasta el Delta, sucedió un hecho dantesco: el municipio comenzó a hacer pie en las islas y el auspicioso inmigrante fue víctima de multas, sanciones, cobro de impuestos, aplicación de normativas, acusaciones de promover la anarquía, persecuciones, aprietes políticos, pedidos de soborno y hasta exigencias fiscales para poder dejar el bote atado al muelle. Nunca pudo volver a trabajar tranquilo y su rutina se vio modificada drásticamente cuando comenzaron los peregrinajes burocráticos por el “Templo de Black Sabbath”, como suele llamar ahora al edificio de la Municipalidad. Su plácido descanso languideció y jamás consiguió volver a dormir por las noches aterrado al escuchar, en lontananza, los ominosos motores de las lanchas de “Inspección General”, la blasfema sirena del “CHOT”, el sonido demencial de los engranajes de pata de los basureros y el errático y morboso derrotero de la lancha de la “Superintendencia de Islas”, tripulada por: “fantasmales representantes que, poseídos por los efluvios de un Baco impiadoso, habitan cuerpos cuya morfología malsana viola toda legalidad concebida en los tratados de anatomía.

Cuando Igor abandonó las islas se encontraba gravemente afectado por una misteriosa enfermedad nerviosa. Antes de regresar a Transilvania, entregó a sus vecinos y a los seguidores de Don Sandor dos fotografías suyas y una breve explicación que fue redactada en un dialecto improbable que incluía ideogramas y referencias a distantes planetas desde los que aseguraba provenía el mal cósmico sembrado en la isla, mucho antes de que existiera vida en la Tierra, o por lo menos las formas de vida que hoy conocemos. Un especialista en demonología de la Universidad de Machachuchens, el profesor Steinhardt, fue el encargado de traducir el escrito que, en la letra vacilante propia de un torturado, decía algo así:   “El hedor fantasma ha llegado hace millones de años -cuando todo era leve de suspensión- y por fin ha despertado. Si en Transilvania ya no se podía vivir, en el Delta menos. Solo Dios sabe cómo podrá perdurar esa población de pobres labriegos isleños. Si abandoné la putrefacción de las cumbres rumanas fue para iniciar una nueva y promisoria vida, cómo mi abuelo lo soñó. Pero acá, las fuerzas del mal son mil veces peores. ¡Oh, mi amada Transilavania, cuanto te añoro! Recíbeme en la podredumbre de tus valles, ¡abrásenme… mórbidos y nauseabundos bosques parlantes del horror! Quiero el beso de tus infectas sanguijuelas. ¡Cuánto prefiero los aullidos execrables, el rechinar nocturno de las criptas, los navíos fantasmales que todos ven pero no existen y los vampiros implacables, a la ignorancia… a la presión tributaria, recaudatoria y absurda en contra del pobre y embrutecido aldeano. Los protohombres han llegado en su barcaza roja y blanca. A su lado los horrores de Hampshire son los espíritus chocarreros del Chavo del 8. Junto a ellos los aborrecibles y amorfos Gknohk y Rjagath son Mingo y Anibal contra los fantasmas… al lado del Sarmiento que va a Merlo, el Tren de la Alegría de la placita de Almagro. ÉL ha despertado… el que no se nombra… el que se esconde al amanecer… el que susurra en la oscuridad… el que duerme bajo las piedras… el cazador en el centeno. ÉL (+A) ha despertado… ha sido maldecido por Dios seis veces antes ser enviado a su hibernación de eternidad… en una roca ígnea… hace millones de evos...  llamada… TIGRE.”

En una de las dos fotos que acompañan al poco comprensible texto puede verse al rumano trabajando en la quinta, al poco tiempo de haber llegado, sudando la gota gorda pero con la felicidad que solo puede proporcionar la libertad que se nos brinda, únicamente, en estas islas de oportunidades. En la siguiente toma Igor se encuentra realizando un trámite en los mórbidos mostradores municipales. Está lívido, ha perdido el peso y el cabello. Tiene la mirada absorta y sin brillo propia de un cadáver. No parece ser el mismo Igor al que todos conocimos. Lleva bajo el brazo un expediente con el que espera obtener un permiso de obra para levantar una parrilla y podar la Santa Rita. En su reverso escribió: “¡Adiós isleños! Me voy a disfrutar de la encantadora Transilvania, cómo si dijera: la asoleada California. Al lado de la realidad del Delta, morar en tus escarpados riscos, coronados por los buitres, es como vivir de vacaciones en Disneylandia. ¡Cuánto añoro tus ríos incandescentes de lava sulfurosa… llenos de sangre, cuando veo el Reconquista corrompido! ¡Ohh… Cuánta angustia da pensar en lo lejos que estoy de tu implacable clima venusino, con tus tornados plagados de macabros fenómenos magnéticos que pocas veces interfieren las comunicaciones, cuando acá, en el Delta, caen dos gotas y ya no tengo internet ni luz para el teléfono. ¡Cuánto extraño las sutiles y dulces mordidas del vampiro cuando acá, los del gobierno, además de chupar sangre, también te quieren romper el cu……! ¡Caguensé isleños, yo me vuelvo a Transilvania!” Sobre el final el tono insultante de la misiva produce tanta repulsión como desazón si recordamos el estado de angustia demencial y la deplorable degradación física en la que se encontraba Igor momentos antes de dejar el país.

Y nosotros… acá nos quedamos nomás. Creíamos que había llegado el mesías…. el Messi de la “Autonomía Política Isleña” para hacerle la “gambeta” a los señores de escritorio que pretenden gobernarnos desde el lejano pueblo. Pudo haber sido el “barrilete cósmico” de la reactivación forestal, pero no. Igor se marchó muy pronto, antes de lo previsto y nos dejó ese último insulto como aborreciendo nuestra maldita suerte.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

EDENOR LO HIZO OTRA VEZ

 

QUINTO DÍA SIN LUZ EN EL DELTA DE TIGRE Y SAN FERNANDO

EDENOR LO HIZO OTRA VEZ

                                                                                              Por Juan Carlos Alonso

Hoy se cumplen cinco días sin suministro eléctrico en la mayor parte de las islas de San Fernando y Tigre. Primera, Segunda y Tercera Sección del delta bonaerense se encuentran inmersas en un enorme apagón resultado de los destrozos ocasionados por la fuerte tormenta que se desencadenó el día sábado a las once de la mañana. Las cuadrillas están trabajando intensamente para lograr levantar el tendido dañado por la caída de incontables árboles pero una pregunta nos asalta a todos: ¿Qué hizo EDENOR durante los meses de cuarentena?

De marzo a esta parte los isleños han gozado de una situación meteorológica prácticamente irreal y de una inusual tregua brindada por la naturaleza. Apenas dos repuntes, práctica – y lamentablemente-  muy pocas lluvias, ninguna tormenta. Eso generó un clima de confianza por parte de los usuarios que se manifestaban incrédulos por los poquísimos cortes de luz producidos en siete meses. Estadísticamente debe haber sido el mejor otoño / invierno en materia energética desde que los tendidos comenzaron a extenderse a partir de los años 94, 95 y 96.

Al fin, llegó la primera tormenta leve, con vientos ligeros de poca intensidad, que dejó sin luz a medio mundo. A ese episodio le siguieron sucesivos y sorpresivos cortes que debían ser motivados por arreglos hechos sobre reparaciones realizadas “a las apuradas” en su momento.  Luego se declaró el fortísimo fenómeno climático del día sábado pasado.

¿Acaso EDENOR no hizo trabajos de mantenimiento durante la pandemia? Parecería ser que no. En lugar de eso se dedicó a “pescar” perejiles que estaban enganchados de la luz. No fue raro cruzarse con las lanchas afectadas al mantenimiento o a la reparación de los tendidos viajando con algún policía a bordo, pues anduvieron por todas partes con la fuerza pública bajándole la caña a cualquiera. Es cierto que la gran cantidad de enganchados perjudica al sistema sobre todo porque no se encuentran registrados. Al no tener número de cuenta no realizan reclamos y tampoco están relevados. En un arroyo en el que el ochenta por ciento está “colgado”, al que paga y tiene un medidor, la compañía no le da importancia. Si el que abona tiene baja tensión, será el único en reclamar y el único en ser ignorado por no estar acompañado de los reclamos de otros vecinos próximos. Vivirá eternamente con problemas eléctricos por responsabilidad de la empresa y de los pobladores del lugar que se encuentran enganchados, por lo general, mal enganchados.

En definitiva, fueron meses y meses de bonanza climática, cuadrillas con pocas emergencias por resolver y mucho tiempo libre para observar irregularidades en medidores, cableados hogareños y destruir todo el tendido de varios kilómetros de extensión de la primera empresa isleña que intentaba ofrecer internet por fibra óptica.

Antes de seguir hay que salvar por completo a la figura del trabajador de las cuadrillas. Es gente que deja el cuerpo en el pajonal, muchachos que trabajan en las peores condiciones para devolver el suministro eléctrico a los habitantes de las islas. La gente lo sabe. Los responsables son los gerentes de EDENOR. Son ellos los que dan las directivas a las cuadrillas, que deben cumplir con las ingratas órdenes bajo la presión de ser despedidos o sancionados.

WIREDCOM VS EDENOR

Lo que sucedió con Wiredcom es diabólico. Wiredcom es la primera empresa familiar isleña en brindar el servicio de internet en el delta. La dirige un muchacho nacido y criado en la Primera Sección. Con miles de falencias se han ido modernizando en medio de los recurrentes vaivenes económicos. Hace unos pocos meses invirtieron en nuevos equipos y cables de fibra óptica que extendieron a través de los palos de luz. Cometieron un error muy grave. Los directivos de la compañía eléctrica dijeron: “EDENOR jamás va a permitir que nadie utilice su tendido para provecho propio”, para luego caerles al cuello con la agresividad digna de un depredador. Se presentaron en domicilios privados con la Policía, escribanos y supervisores y descolgaron kilómetros de fibra óptica para luego cortarla en pedacitos delante de los propietarios de los terrenos. Si había oposición por parte del dueño de casa ahí nomás se presentaba el policía amenazante. ¡Otra vez EDENOR en contra de la población isleña! Con el buen clima, la ausencia de desperfectos técnicos y el tiempo ocioso andaban con cuatro lanchas y la chata que lleva transformadores y palos destruyendo fibra óptica. Empleados – que si no obedecen son despedidos- bajo las órdenes de la gerencia. ¿Qué necesidad había de destruir cinco mil dólares de cables y equipos si podían simplemente descolgarlos y dejarlos tirado por el suelo? ¿Cuál era el objeto de complicarle la vida al vecino y dejarlo sin internet por varios días? ¿Qué voraz perversión motivó a la empresa a incomunicar a un montón de gente en un lugar en el que las comunicaciones son muy difíciles de establecer?   Usaron todo el personal posible, todas las embarcaciones e incluso le quitaron recursos a la policía para lograr su cometido. El enorme monstruo multinacional que distribuye energía eléctrica aplastando a una pequeña empresa de internet que pretendía intentar transmitir datos a través de la fibra óptica. No hubo ninguna negociación política. De nada sirve que internet haya sido declarado por el Gobierno como “servicio esencial”. El error de pasar la fibra por los palos de luz no fue perdonado. Desde la municipalidad de Tigre les dijeron: “Vayan a habilitaciones” como si se tratara de una cuestión administrativa. Un emprendimiento como éste debería ser mejor considerado por el municipio. No se puede pasar por alto el hecho que por primera vez en la historia del delta unos muchachos con la ayuda de vecinos intentan lograr conectividad mediante el tendido de fibra óptica.  Es un tema que requiere ser tratado en forma política con EDENOR. Un poco de acompañamiento real y tangible no vendría mal -a veces- Sr. Intendente.

En definitiva hoy comenzó el cuarto de día sin luz. Ya los gerentes están  nuevamente ocupados en presionar a las cuadrillas para que logren levantar el servicio de una buena vez. Sería fantástico que en un futuro, EDENOR, antes de salir a decapitar usuarios, destruir emprendimientos familiares y privar a los vecinos del servicio de internet, INVIERTA SU TIEMPO EN MANTENER LO MEJOR POSIBLE LAS PICADAS PARA QUE NO VOLVAMOS A ESTAR DÍAS Y DÍAS SIN LUZ. Luego, hagan lo que tengan que hacer con los enganchados, pero primero INVIERTAN, porque el delta es el ÚNICO LUGAR DEL PAÍS en el que una tormenta deja sin luz a miles de hogares por tiempo indeterminado.  

sábado, 10 de octubre de 2020

 

Bellotti o la sudestada mental

            Una tarde, en la primavera del 2001 sonó el teléfono de mi casa en la isla. El llamado provenía del productor de cine Marcelo Schapces. Me ofrecía el puesto de trabajo en el film “Sudeste” a rodarse en las islas del Delta. Necesitaban un baqueano que a la vez tuviera conocimientos en la organización de este tipo de movidas, ya que ninguno de los integrantes del proyecto estaba vinculado con la región. Me dijo: “a la película la dirige Sergio Bellotti, el pibe te va a encantar, es como nosotros”.


            
La pre producción del film, que contaba con un importante crédito del INCAA, llevó un mes y medio durante el cual recorrimos las islas a diario en busca de locaciones, actores, material de arte (que incluía embarcaciones, escenografías y elementos propios de la vida isleña), etc. La base de operaciones resultó ser una casa que alquilamos sobre el río Carapachay. Sergio sostenía que el papel del “Boga” debía ser representado por un verdadero isleño que, aunque no fuera actor, estaría familiarizado como nadie con las cuestiones del río. ¿Qué actor profesional podría encender un motor Villa y timonear una decrépita canoa isleña de once metros con naturalidad? ¿Quién realizaría las tareas de encarnar líneas de pesca, tirar tramallos, nadar o matar y limpiar un pez mejor que un isleño?

            Del casting en la Sociedad Italiana de la calle Cazón participaron muchos de nuestros vecinos y también gente del continente. Yo había sugerido dos posibles candidatos para el papel protagónico, uno era Javier Locatelli y el otro Ezequiel Duvieilh. El elegido fue Javier ya que, según Sergio, “Ezequiel era muy blanquito”.

            Para el rodaje, que duraría seis semanas, el Municipio de San Fernando nos alojó en su “Base de campamento” del Felicaria, en donde verdaderamente había pocas comodidades. Sergio alquiló una casa sobre el Arroyo Estudiantes desde donde planificaba todos los movimientos a seguir. El desarrollo de la filmación fue, por momentos, caótico. Las grandes distancias, los problemas para obtener el combustible, los mosquitos, las inclemencias climáticas, las mareas, las bajantes, el total desconocimiento de la vida en el Delta, los problemas económicos, la cantidad de personal y artefactos técnicos para movilizar terminó diezmando al equipo de trabajo que llegó a contar con cuarenta personas durante algunos de los días. Aún así Bellotti continuaba, machete en mano, dando directivas debajo de su sombrero y aplastado bajo abrazador calor de aquel diciembre trágico, mientras sorbía de un sucio vaso alguna bebida blanca. 

            Un colorido personaje resultó ser “Resorte”, actor uruguayo con problemas psiquiátricos, hijo de una pareja de Tupamaros. El muchacho, que era una bomba de tiempo constante, quedó en cierto momento en medio de la isla sin medicación. A consecuencia de esto su comportamiento se tornó errático y en una determinada ocasión hizo desaparecer todos los cuchillos de la cocina, que posteriormente encontramos luego de un “allanamiento civil” debajo de la cama en la que pernoctaba. Sus vaivenes lo llevaron, otro día, a esconder uno de los cables del aparato telefónico, dejando a todo el equipo de rodaje incomunicado por un par de días en la segunda sección de islas, muy muy lejos del continente. Finalmente y como broche de oro, golpeó a una meritoria de producción, siendo víctima posteriormente de una brutal paliza vengadora por parte de técnicos y actores que terminaron cayendo al agua desde la cubierta del “Aleluya”, el viejo crucero varado y escorado en dónde se filmaron muchas escenas.  

           
Los días finales del rodaje mostraron a un pequeño grupo de sobrevivientes, en la costa del Capitancito, intentando dar fin al proyecto de Bellotti. Había largas barbas, mosquitos, hastío, discusiones, golpes, mal humor y armas. Yo mismo apunté a Sergio con una escopeta y amenacé con dispararle a los inmensos y valiosos reflectores HMI - similares a los antiaéreos - que se encontraban de la margen de enfrente del arroyo. En Plaza de Mayo moría gente durante los incidentes que terminarían con la caída de De La Rúa, pero de eso nadie sabía nada. La película, la falta de dinero, el monte alrededor y los insectos eran el breve y único mundo existente.

            El resultado final fue mejor de lo esperado, aunque ha quedado algún pasaje del film no del todo resuelto en términos del guión. Hubo un preestreno en el por entonces ATC, un estreno en el majestuoso Cine “Gaumont” de Congreso y una presentación para isleños en la Sociedad Italiana de la calle Constitución en San Fernando para la cual se contrató una lancha colectiva que trasladó de ida y vuelta a toda la paisanada isleña que había participado del rodaje. Fue muy emocionante ver, en la inmensa pantalla del “Gaumont”, la imagen del inicio en donde suena la explosión del motor “Villa”, arrancado por el “Boga”. Esa noche, rodeados de aduladores-fashion-modernosos, propios de estos encuentros, Bellotti con su equipo y una muy poca cantidad de isleños nos encontrábamos unidos por un hilo invisible de hermandad eterna, que se traducía en sonrisas y miradas de complicidad.

            Hace unos años Sergio anduvo por casa. Salimos a recorrer en lancha la segunda sección buscando locaciones para una publicidad. En el viaje recordamos las anécdotas de “Sudeste”. “¿Te acordás? ¡Qué quilombo!” decía riendo. Yo le dije: “¡Bellotti, vos sos el Herzog argentino!” “¿Por qué?” me preguntó sabiendo la respuesta pero esperando escucharla de mi propia boca. “Porque nadie podría haber hecho las locuras que vos hiciste para filmar Sudeste”.

            Un problema hepático, que lo mantuvo internado por varios días, terminó con su vida el 20 de octubre, a los 54 años. Es seguro que todos los isleños que participaron del rodaje (Tony, Juancito, Gerardo, Rubén, Cristina, Alejandra, etc., etc.) recordarán por siempre los días en los que el “loco” Bellotti se paseaba con el machete en la mano, jugando y haciendo una película.

 Parte de su espíritu se fue, otra parte quedó acá, en el río para siempre.

sábado, 26 de marzo de 2016

LA DICTADURA EN LAS ISLAS


“ESTABAN CON LOS FAL, LOS CHICOS CONTRA LA PARED Y JUGABAN CON EL SEGURO… TIC, TAC… TIC, TAC”

Durante muchos años hemos escuchado las historias que nuestros isleños mayores cuentan acerca de hallazgos macabros y operativos militares en el Delta realizados durante la última dictadura. A continuación presentamos el valiente testimonio de Emilio Mathesisus, antiguo poblador del Arroyo Vico, ubicado frente a las costas de Carmelo.
En las islas de Villa Paranacito hubo un extraño censo poblacional mediante el cual, militares del Ejército armados con fusiles, rodeaban las viviendas – muchas de ellas ranchos – y realizaban preguntas a los vecinos tendientes a su relevamiento, a saber: cuantos vivían en la casa, sus identidades, las edades, si tenían armas guardadas, etc. Este método buscaba, además de la recopilación de información, intimidar a la población con el objeto de silenciarla, ya que la zona era utilizada para arrojar a los detenidos desaparecidos – muchos de ellos vivos – desde los helicópteros Alouette y los aviones Lockheed Electra de la Armada. En el excelente libro “El lugar perfecto”, el periodista de Villa Paranacito, Fabián Magnotta, recoge testimonios que dan cuenta de que toda una vasta área del Delta Entrerriano, cruzada por el Paraná Bravo, era el escenario de lo que nosotros denominamos “El horror que cayó del cielo”. 
Por primera vez presentamos el relato de Emilio Mathesius, por aquellas épocas poblador de la Tercera Sección de Islas de San Fernando, que recuerda el avistamiento de varios cadáveres adentro de un juncal y las alternativas de una operación militar de características muy similares al “Operativo San Sebastián” realizado en Villa Paranacito, que censó y silenció a la población de islas de Entre Ríos en una misma jugada. Se establece de esta forma que el mecanismo utilizado fue el mismo y llevado a cabo por las mismas fuerzas represivas -en este caso el Ejército-  en diversas y distantes jurisdicciones del enorme Delta del Paraná. El temor a las represalias llevó a la comunidad, que estaba completamente aislada física y comunicacionalmente, de la realidad política a callar, pero ahora llegó el tiempo de hablar.
B.I.: Viviste cerca de “El Silencio”, en Tuyuparé: ¿Se veían movimientos inusuales?
Emilio: En el Tuyuparé no se veía. A mí me contaron que veían movimientos de noche, lanchas. En ese tiempo no se podía hablar nada.
¿Qué viste una madrugada saliendo al Guazú?
Nosotros salimos a las cuatro de la mañana de allá, de Arroyo Vico y después agarramos por el Guazú para arriba, ¿viste?, entre el Naranjo y Camacho y había cuatro cadáveres adentro del juncal. Tenían la cara como quemada con cal.
¿Pudiste ver si eran hombres o mujeres?
No, porque nosotros pasamos a una distancia pero no le dábamos bolilla porque no se podía hablar de nada. Si vos encontrabas un cadáver así, no tenías ni que presentarte. Un sobrino mío (que trabajaba en Prefectura) me había dicho que hiciera de cuenta que no había visto nada
¿Un día llegaste a tu casa y te encontraste con un grupo de militares armados?  ¿Qué pasó cuando los viste?
Si. Llegué de trabajar a la nochecita y yo venía con leña y el machete. Me trató mal… yo tenía a mi señora, a mi cuñada, a mi hermano, a los chicos… Miguel, la Gladys… los tenían contra la pared apuntando con un fusil. Tres habían. Y a mí me trataron mal. Un teniente, me preguntaba si yo era “pesado” y cosas así. Yo lo miraba, te juro, era chiquitito así…. me daban ganas de ahorcarlo. Claro si estaban con los FAL, con los chicos contra la pared y jugaban con el seguro, tic, tac, tic, tac.
¿Te hicieron dejar el machete?
Cuando él me dijo tirá el machete yo no lo tiré, fui y lo guardé en la cocina y ahí que me pegó un empujón contra la pared. Cómo yo agarré y lo puse en la cocina, ahí fue la bronca más grande porque él me decía que lo tirara al machete. A mí no me gustaba que tenían contra la pared a los chicos, a mi señora, a mi cuñada y a mi hermano. ¡Pero andaban a cantidad! Porque ellos… vamos a suponer…  cuando estaban acá, se bajaban en un muelle, venían a pie y las lanchas por el río. Cuando venía a Tigre nunca tenía problemas, no pedían los documentos pero allá en (arroyo) Vico sí.  Para saber la cantidad de gente que había. Ellos lo que buscaban mas eran las familias que tenían dos o tres chicos grandes. Los míos eran chicos, Miguel, la Gladys y Roxana.
¿Qué buscaban?
Gente. Gente escondida. Yo llegué a mi casa y… soldado que salía de la habitación, soldado que salía de la cocina... ellos andaban como si fueran los dueños de su casa.
¿Te revolvieron cosas?
Siii. Todo.
¿Te robaron algo?
No, eso no.
¿Eran del Ejército? ¿Qué te preguntaban?
Si. Me preguntaban si había ruido, si sabía que andaba gente extraña, todas esas cosas. Yo le dije: Nosotros trabajamos y cuando uno se acuesta a dormir no siente nada. Después vino la Policía, la Prefectura, la Marina. Todos andaban. De noche andaba la Marina.
¿Paraban en tu casa?
No, cuando andaban patrullando no.
¿En qué zona sucedía todo esto?
Arroyo Vico enfrente de Carmelo.
¿Anduvieron así mucho tiempo?
Si, un tiempo cuando dieron el golpe de estado. Habrá sido por el 77. Después andaban pero no molestaban. Andaban mucho por esa zona porque estaba cerca de Uruguay
¿Después vino la policía?
Después vino la Policía. Preguntaban siempre lo mismo. A los Policías yo los conocía. Me pedían los documentos, registraban todo ¿viste? De noche no. Ellos se llevaron una escopeta vieja que tenía, pero al año me la entregaron.
¿Por qué se la llevaron?
Eran órdenes. Al otro día vino la Prefectura, todo lo mismo, me pedían documentos. Cuando me sacaron la escopeta tuve que venir urgente al otro día a la comisaría. Boludeces. A firmar unos papeles. Había un oficial que me conocía, ¿viste?, y me dice, “mirá a vos te hace falta la escopeta”… el hombre era isleño. “Vos te matás una nutria, te matás una paloma, tenés que darle de comer a tus hijos.” Cuando me la entregaron me dijeron usted va a tener que guardarla ahí y no usarla. Si yo lo encuentro en la canoa con esa escopeta lo llevo en cana y le va a salir unos cuantos años. El oficial isleño me dijo: “No se te ocurra llevar la escopeta, porque si te agarran…”. Después me dieron un carnet así, para tenerla. Primero me dieron uno, después como a los cinco o seis años, me citaron acá, adonde entran las lanchas, en frente de la Prefectura. Me dijeron: “te estaba buscando la Policía… tenés que presentarte…”  Vine ahí, hable con el Jefe… me dijo “Noooo… no te hagás problema, tomá el carnet, podés usarla”. Estaba firmado por un teniente. Porque muchos se las agarraron y después no las entregaron mas.
Allá pasó un caso. Había un muchacho conocido del barrio, y él se crío con todos ¿viste? Sabía todo, quien tenía armas… Cuando entró en la Policía, ¿sabés lo que hizo? Los vendió a todos. Muchos la escondieron a la escopeta, pero éste sabía. Los agarró a todos, les quitó el arma a todos. Después cuando se calmó todo no pisó más allá porque lo iban a matar. En serio, lo iban a matar.
¿No devolvió las escopetas?
No, no… él se hacía el pelotudo. Fue él que vendió a la misma gente. Yo nunca más lo vi. Muchos la metieron adentro o si no la enterraban, la metían con un nylon y los milicos uuupss, sabían en el lugar que estaban. Nosotros teníamos una radio chiquitita para escuchar nomás, porque en ese tiempo no había nada, no nos enterábamos de nada. Hablábamos entre los vecinos pero calladitos.

¿Qué pensaste cuando viste los cadáveres? ¿Vos sabías que estaban pasando aviones tirando gente?
Si. Yo me enteraba porque mi sobrino (que ahora está muerto) era chofer de las lanchas de Prefectura de Guazucito. Él avisaba a los vecinos: “mirá, tal día van andar así, así y así.” Él avisaba a uno y nosotros nos avisábamos. Trabajaba en la Prefectura de Guazucito.
¿Hiciste algún otro hallazgo?
Una vuelta estábamos en Correntoso nosotros, nos fuimos a bañar allá al río de la Plata y encontramos un hueso de la pierna (un fémur). Afuera en el río de la Plata encontraban cadáveres, allá en Uruguay. A mí me dio miedo porque no estábamos acostumbrados a esas cosas.
¿Tuviste miedo de que te pasara algo por ver a esos muertos?
Sí, pero no hablé. Nosotros no hablábamos nada. Me dijo mi sobrino que no hablara con nadie, que no comentara nada.

Quienes hayan sido testigos de episodios similares durante la última dictadura militar pueden comunicarse con el Boletín Isleño al teléfono o dirección de mail que figura al pie de la página 2.

lunes, 23 de marzo de 2015

EL HORROR QUE CAYÓ DEL CIELO


Nuevo aniversario del golpe de estado 

"TODO EL DELTA FUE EL PATIO TRASERO DE LA DICTADURA"



El 24 de Marzo se cumplen 39 años del golpe cívico-militar que estableció como política de estado el asesinato y la tortura. A propósito de tal conmemoración publicamos la entrevista que realizaramos en el año 2012 a Fabián Magnotta autor del libro “El lugar perfecto”. En su investigación el periodista recogió decenas de relatos de isleños, testigos de aquel horror perpetrado desde el aire.

            Luego de dos años de recopilar testimonios en las islas del Delta entrerriano, el libro “El lugar perfecto” acaba de ser editado. Se trata de una valiosa investigación periodística centrada, por vez primera, en el destino de cientos de detenidos desaparecidos por la Dictadura cuyos cuerpos eran arrojados desde aviones y helicópteros sobre nuestro territorio isleño.
            Esta investigación supone un punto de partida para la aparición de nuevos testimonios y la ruptura de un silencio inquietante, llevado a cabo por nuestros paisanos que, por temor o pudor, no se habían animado a hablar públicamente de lo sucedido.
Muchos de nosotros -como observó en el número anterior el sociólogo isleño Diego Dominguez- hemos escuchado historias sueltas por parte de vecinos que no olvidarán jamás las imágenes de cuerpos flotando en el agua o cayendo del cielo.

¿Cómo surgió la idea de realizar una investigación sobre el destino de los desaparecidos en el Delta?

Sobrevolando el Delta se aprecia la enormidad del territorio.
El primer testimonio me llegó a fines de 2003. Era el relato de un policía que trabajó en Villa Paranacito, que dijo que una novia suya le había contado sobre el hallazgo de un tambor de gasoil de 200 litros, con un cuerpo en su interior tapado con cemento y la cabeza afuera. En la ocasión, los pocos isleños que encontraron el cuerpo en el barril, le dieron cristiana sepultura. A partir de allí salí a buscar más testimonios y pasaron varios años, hasta hace dos años ocurrió algo que fue decisivo. Resulta que un juez de Gualeguaychú estaba investigando la muerte confusa de un poblador en el río Paraná Bravo en diciembre de 2010, y para ello citó a un testigo, un obrero del monte. Una vez que le tomó declaración sobre el episodio, le preguntó si recordaba que en alguna otra época hubieran aparecido cuerpos en el río…y el hombre dijo que sí, que “en la época de los militares” ello era común, y contó que él mismo encontró cuatro cuerpos frente a su casa, y cuando fue a denunciar en Prefectura le preguntaron si alguno era pariente suyo, porque en caso contrario no tenía nada que denunciar… Ese nuevo relato me hizo comprender dos cosas. Por un lado, me confirmó la dimensión que había tenido el tema de los vuelos de la muerte en el Delta entrerriano. Y en segundo lugar, pensé que debía profundizar la investigación y publicarla, ya que yo tampoco era dueño de esa historia… Es como que la historia me fue encontrando porque quería flotar…y yo pensaba que el principal obstáculo sería el paso del tiempo, pero el principal obstáculo fue el silencio, el miedo que aún perdura en muchos testigos.

¿Qué vínculos te unen con las islas?
300.000 hectáreas de intrincados cursos de agua, montes, pajonales
 y bañados hicieron del Delta entrerriano 
“el lugar perfecto” para deshacerse de los cuerpos.

Yo vivo en Gualeguaychú. Conocí primero las islas del Tigre porque unos tíos míos que vivían en Dique Luján y luego en Escobar, me llevaron a la zona. Cuando conocí Villa Paranacito me deslumbró la magia del lugar, el hecho de que un río fuera la avenida principal… Después, ya periodista, denuncié ejercicios ilegales norteamericanos en la zona de Mazaruca, y luego investigué la posibilidad de que el empresario Rodolfo Clutterbuck, secuestrado en 1988, haya sido enterrado en Villa Paranacito. Así, en 2002 conocí el cementerio de Paranacito y presencié exhumaciones en busca del cadáver de Clutterbuck, que no apareció. Pero sí observé que en zona de cuerpos NN había cosas muy llamativas, anormalidades enormes…restos de un hombre cuando en los registros figuraba una mujer, uno registrado por muerte natural y que tenía un claro balazo en la cabeza, vi dos cuerpos juntos enterrados…recuerdo que uno había muerto con la camiseta de San Lorenzo puesta. Días pasados soñé con esa imagen, como si algo me dijera que no me olvide… Se me ocurre que esos cuerpos merecen una investigación que todavía no se ha hecho en ese cementerio, donde el silencio parece hablar…

¿Por qué crees que se eligió al Delta como región para deshacerse de los detenidos?

Cuando en el año 2004 en Radio Máxima de Gualeguaychú pasamos algunas entrevistas que habíamos hecho sobre los vuelos, llamó una oyente que dijo llamarse Elena Gómez. Miren la importancia de los oyentes…Elena dijo que era todo cierto lo que se decía, y que el Delta era “el lugar perfecto” para la desaparición de personas porque ellos no hablaban con nadie, por un montón de razones. Años después, cuando yo desgrababa ese relato, me surgió inesperadamente el título del libro que buscaba con ansiedad. Y bueno, creo que se eligió el Delta entrerriano por sus condiciones geográficas, no sólo por los ríos profundos y correntosos como el Paraná Bravo, sino también por las zonas anegadizas, cerradas, algunas impenetrables. Además, el Delta quedaba muy cerca de centros clandestinos de detención como la ESMA, Morón, San Fernando, Escobar, Campana… Desde la ESMA hasta Paranacito por aire son sólo 15 minutos. A ello se agregó el silencio del isleño, que es un poco natural pero que en la dictadura fue impuesto, fue forzado…


¿Qué pensaban los isleños cuando veían los bultos cayendo o cuando encontraban un cadáver? ¿Sabían de qué se trataba? ¿Creían que era gente inocente o los consideraban "guerrilleros" muertos en una guerra? ¿Qué conocimientos tenían de lo que sucedía en el país si carecían de acceso a los medios de comunicación?

Les decían que eran “muertos de la época”, “los que matan los militares”, “los que andan en política”. A todos los impresionaba el hecho de que fuera gente muy joven, y que muchos aparecieran con las manos y los pies atados con alambre. Interpreto que había como una lógica solidaridad humana y hasta un rechazo a la metodología de exterminio, sin mayor análisis político. En esos años en la isla, quien tenía televisor sólo veía el canal estatal, las radios eran todas del Estado, no había Internet, ni celulares, sumado todo esto a la cerrada censura que existía. Es como que el isleño no tenía dimensión de que el lugar era uno de los elegidos para un imponente plan de desaparición de personas. Y la dictadura bajaba el mensaje de que eran guerrilleros muertos en enfrentamientos. Creo que el isleño se acostumbró a la muerte y al silencio, y eso le hizo mal.

¿Qué es lo que recuerdan principalmente los habitantes del lugar?

En el caso del Delta entrerriano, la particularidad es que los pobladores no sólo fueron testigos de hallazgos, sino también de vuelos, y de lanzamiento de cuerpos en vuelo. Recuerdan que primero veían aviones y helicópteros que lanzaban “bultos” que no sabían qué eran. Cuando empezaron a encontrar cuerpos, lo relacionaron con los vuelos y allí entendieron. Hasta ahora había quedado como un secreto compartido de algo terrible que pasó en las islas…

¿Cuándo un vecino encontraba un cadáver que es lo que hacía? ¿Hubo casos de gente que se presentó a las autoridades para denunciar lo que había visto?

En todos los casos, la primera reacción fue denunciar el hallazgo de cuerpos que flotaban. O el caso de una señora que encontró dos cuerpos sobre el techo de su casa… En la zona, las dos fuerzas eran, y son, las delegaciones de Prefectura que dependían de Zona Delta, en Tigre, y la Policía de Entre Ríos. Yo digo que ambas fuerzas, en lugar de resguardar la vida, garantizaban que se hiciera efectiva la desaparición de personas… Y para el poblador de las islas, el jornalero, el obrero del monte, el lanchero, la docente, un poco como aquello de Charly García: “no cuentes qué hay detrás de aquel espejo/no tendrás poder/ni abogados, ni testigos”…

                                  Fabián Magnotta, mapa en mano, recorre el Delta entrerriano 
                                               en lancha buscando el testimonio de los isleños.


¿De qué manera silenciaban a los testigos las fuerzas de seguridad?

La complicidad atendía el mostrador. A un lanchero de la empresa Celulosa Argentina que denunció cuando por primera vez encontró dos cuerpos flotando, le dijeron: “vaya derechito a su casa si no quiere que le pase lo mismo”. A la señora que encontró los cuerpos en el techo, le dijeron que tomara un palo largo y los fuera empujando hasta hacerlos correr en el agua. Charlie Ferreyra, que tenía 16 años y se iba al Paraná Bravo para escuchar mejor las radios FM de Buenos Aires, veía que los helicópteros se posaban y lanzaban cuerpos, y recuerda que los mayores le aconsejaban que se escondiera para no quedar comprometido él mismo. La muerte desde el cielo era un mensaje muy fuerte en sí mismo, y a ello los militares le sumaban las “advertencias” a los testigos, y una presencia omnipotente, impune en la zona que incluyó un llamativo censo poblacional en 1979 que se llamó Operativo San Sebastián, que fue casa por casa y con “censistas” poco cálidos y armados.

¿Podés relatar algunos testimonios de isleños que te hayan conmovido o impresionado particularmente?

El relato del conductor de una lancha escolar, que en más de una oportunidad cuando llevaba a los chicos vio que lanzaban cuerpos con total impunidad y despreocupación frente a ellos mismos. Y el hombre les decía que se agacharan, que no miraran, con el propósito de resguardarlos. Y los chicos luego iban a su casa y no hablaban del tema, no contaban nada porque había como un pacto de silencio en la población isleña, una población que fue víctima de la dictadura al tener que acostumbrarse al terror en el cielo.

Los cuerpos que se arrojaban desde los aviones, ¿En donde caían? ¿En los ríos, en los pajonales, en las costas?

En todos lados. Eran aviones y muchos helicópteros. Algunos testigos hablan de helicópteros Alouette y Puma, que eran de Prefectura y de la Armada y llegaban “desde el lado de Buenos Aires”. Yo pensaba inicialmente que buscaban ríos profundos, pero hay muchos testimonios que hablan de los vuelos dentro del monte, a ras de la arboleda, en zonas de humedales.

Cuándo aparecía un cadáver, ¿qué se supone que pasaba con él? ¿Alguien lo hacía desaparecer?

Los cuerpos corrían distinta suerte. Prefectura y Policía se llevaron a varios, seguramente están enterrados y hay que investigar. Pero también los dejaban correr por los ríos, a algunos que quedaban atrancados los comían los peces, otros varios deben estar en las profundidades. Y los que caían en los montes, quedaban allí. Creo que muchos no van a aparecer más, pero hay muchos que sí podrían llegar a encontrarse.

Lockheed L88 Elecktra utilizado por la Armada

¿Hay alguna zona en especial en la que se circunscriban más casos?

Yo marqué principalmente la zona comprendida entre los ríos Gutiérrez y Paraná Bravo. Son trescientas mil hectáreas de intrincados cursos de agua y también de montes. El Bravo es el rey en la zona, es correntoso, tiene una profundidad de cuarenta metros, es salida de buques de ultramar y desemboca en el río Uruguay. En cuanto a las fechas, algunos testigos dicen que 1978 fue la época de mayor cantidad de lanzamientos, y durante el Mundial, en junio de 1978, dicen que fue muy grande la cantidad de vuelos.

¿Existe forma de determinar la cantidad de desaparecidos que hay en el Delta?

Está todo en investigación, diría que el asunto es dinámico y que se abrió una puerta que aún tiene muchas sorpresas. De acuerdo a la cantidad de testimonios, me atrevo a hablar con prudencia de centenares de cuerpos en el Delta entrerriano. Pensemos que en 1979, un año donde ya se habían producido la mayoría de las desapariciones, un policía me dijo que solamente él había encontrado 17 cuerpos.

¿Conocés historias de las islas de Tigre y San Fernando? ¿Pasó lo mismo en estas zonas?

Algo decimos en el libro, pero estoy accediendo ahora a mayores detalles. Me llegó un testimonio anónimo, después del libro, que indica que el primer lugar para el lanzamiento de cuerpos en tambores de combustible fue el Canal San Fernando. Y resulta que se produjo un accidente de una embarcación particular, que hizo pensar en el Delta entrerriano. Pero los primeros tambores en San Fernando fueron lanzados desde embarcaciones, no desde vuelos. Me dicen también que hay bastante para trabajar en San Fernando en toda la zona de Prefectura. Allí hay muchas respuestas que todavía no tenemos, como en la Prefectura Zona Delta en Tigre… En el libro incluyo los nombres de los jefes de la época.

Hoy en día, cuando hablás con los isleños, ¿qué percepción tienen de lo sucedido? ¿Fueron hechos relevantes en sus vidas o notás que cuentan las historias desapasionadamente como algo mas que les pasó? ¿Tienen miedo de hablar?

Desapasionado no hay nadie en esta historia que fue y acaso es tan fuerte para los isleños. Cuando terminé el libro, el año pasado, concluí que un tercio de los testigos había hablado y brindado su nombre; otro tercio había hablado sin dar su nombre; y otro tercio directamente no había hablado. El miedo todavía dura. De todos modos, como si tiráramos de un mantel, todo se corre para adelante, las cosas empiezan a cambiar y quienes no hablaban empiezan a animarse, y quienes daban el testimonio en forma anónima se atreven a dar el nombre. Cómo habrá sido de fuerte el tema en la gente, que hace algunos meses cuando presenté el libro en Holt-Ibicuy, frente a Paranacito, me contaron que a una chica de 16 años su abuelo le dice, ahora, que no se bañe en el río Paranacito porque “aparecen cuerpos flotando”. ¡Cómo habrá sido de impactante lo que pasó, que el hombre aún sigue conmovido por lo que vio!

A partir de la edición de tu libro ¿se inició alguna investigación judicial o gubernamental al respecto?

Era lo que yo esperaba, pero no ha sucedido. En algún tiempo me presentaré a la Justicia con el libro y con los testimonios que han surgido después. Hay jueces del juicio de la ESMA que conocen el tema del Delta entrerriano. Creo que hay mucho para trabajar. Estamos entre una Justicia donde hay funcionarios con un compromiso real, y otros que no se mueven; y al mismo tiempo observo que la masacre de la dictadura fue más grande de lo que pensábamos. Yo sigo recogiendo testimonios, tengo varios fuertes para tomar y de hecho lo estoy haciendo. Y los testimonios me llevan y me traen, entre el Delta entrerriano y el Delta bonaerense. Ya estoy concluyendo que todo el Delta fue el patio trasero de la dictadura…

Nota de la redacción: Si tenés algún relato referente a este tema, ocurrido en el Delta de Tigre o San Fernando, podes llamar al 1568443671, enviarnos un mail a boletinislenio@yahoo.com.ar o dejar una carta en la librería Sudeste, Avenida Cazón 1048. Prometemos preservar la confidencialidad de cualquiera que desee contar su historia.


viernes, 20 de febrero de 2015

HASTA PRONTO

Queridos amigos y lectores, hasta acá llegamos, por el momento. Luego de cinco años de intensísimo trabajo y dedicación, hemos decidido suspender nuestra actividad periodística en el Boletín Isleño.



Desde aquellos inicios en internet, hasta estos últimos tres años de periódico en papel, nunca hemos dejado de informar sobre las noticias que ocurrieron en el Delta, proponer debates, dar lugar de expresión a todos los que así lo han solicitado sin importar su origen ideológico y, sobre todo, intentamos valorizar siempre la historia, la cultura y la identidad isleña. En nuestra gente queda hoy viva la conciencia de ser un pueblo particular que tiene una historia y una idiosincrasia que jamás debe permitir que sea avasallada.

Hemos sembrado ideas, palabras y conceptos y, gracias a todos nuestros lectores, llegamos a conformar una verdadera Red de Información que sirvió para que todos los hechos que sucedían en la isla se dieran a conocer. Estar informados nos hace libres de los discursos dominantes de políticos, empresarios y oportunistas que, obviamente, tienen su agobiante coro de voceros disfrazados de “periodistas o comunicadores”.

Hemos intentado durante todo este tiempo, romper y filtrar ese infame cerco con las pobres armas que tuvimos, tal vez simples arcos y flechas, lanzas o boleadoras, contra los tanques más modernos de la industria del márketing y la propaganda. Queda en ustedes decir si lo pudimos lograr o no.

La edición en papel nos permitió llegar  todos los rincones del Delta, a través de la generosidad de lanchas almaceneras, proveedurías, docentes, y amigos de todos los arroyos, para poder ser leídos por las mayorías isleñas, que por lo general no cuentan con servicio de internet. Ellos son el Delta silencioso, al que tanto orgullo nos da haber podido llegar.


Nos queda la alegría por todas las amistades isleñas que hemos cosechado y, por qué no también, las antipatías de algunos, porque como dicen, “dime quién no te quiere, y te diré lo bueno que has hecho”.

Nos vamos con la conciencia de haber dejado todo lo que teníamos en nuestra tarea y de haber podido demostrar que es posible hacer un medio local de calidad y verdaderamente independiente, sin apoyos oficiales de ningún tipo. Pusimos todo, tiempo, plata, familia, trabajo. El Boletín Isleño, bueno o malo, y si de algo ha valido, es el fruto de todo ese esfuerzo.

La película es bien larga, y a veces es bueno rejuntar energías para volver luego renovado. Hoy los isleños ya no “comen vidrio” y han aprendido que el uso de la información es una defensa para contrarrestar los “versos”, vengan de donde vengan.

Siempre creímos que periodismo se hace cuando se escribe mostrando el lado de los que sufren, el de los que padecen las injusticias, dando voz a los que no tienen voz, volviendo visibles a todos aquellos seres invisibles que llevan sobre sus espaldas las consecuencias de las decisiones y actos de los poderosos. Cuando se escribe desde el otro lado, del de los dueños de las instituciones políticas o empresariales, no se hace periodismo, se hace propaganda.

Para nosotros es tiempo de tomar distancia, recalcular y relajar para, tal vez, en algún momento regresar al ruedo. ¿Quién sabe?
Los saludamos a todos con mucho afecto, hasta la vuelta.


José y Fernando


sábado, 7 de febrero de 2015

CERRAMOS LOS CLASIFICADOS DEL BOLETÍN ISLEÑO


En los próximos días comenzaremos a realizar las tareas de cierre del Facebook de “Clasificados del Boletín Isleño”. Hasta que la cuenta no esté dada de baja no se podrán hacer ningún tipo de publicaciones.
Este espacio que fue pensado como un servicio a la comunidad (por el que no recibimos jamás ni un solo peso) ha sido desvirtuado en múltiples oportunidades por usuarios que insistentemente violaron las políticas del grupo. Desde hace meses venimos luchando para que comercios de náutica, vendedores a artículos seriados, profesionales, constructores de cabañas (presupuestadas en  $150.000.-), comprendan que su actividad no encuadra con el tipo de publicación gratuita que ofrecemos a la comunidad. A esas personas, muchas de ellas isleñas, les hemos ofrecido la posibilidad de publicar un aviso pago (de $150.-) en las páginas del Boletín Isleño impreso, que les daría acceso a la presentación de sus trabajos también en los clasificados de la web. Pocos lo han entendido, muchos nos han discutido, varios nos han acusado quien sabe de qué cosas y otros tantos ni siquiera respondieron a nuestros mensajes. Solo dos o tres pagaron el mentado anuncio quedando en claro que no hay interés para que se produzca un feedback en el que todos nos veamos beneficiados. Aun así hemos permitido las publicaciones de constructores o vendedores de madera a quienes hemos apoyado dando el lugar, a pesar de no recibir ninguna retribución ni agradecimiento alguno. A cambio fuimos acusados de censura, por ejemplo la vez en la que le manifestamos a uno de los participantes : “Usted está levantando pedidos de madera en nuestro grupo y ha traído varios camiones de Misiones. ¿No estaría dispuesto a abonar un aviso de $150.- para que nuestro periódico se siga sosteniendo?” En esa ocasión se nos acusó de discriminación.
La idea original era que los isleños pudieran ofrecer artículos usados a otros vecinos y así fomentar una suerte de compra – venta con la cual todos saliéramos beneficiados. También fue nuestra intención fomentar el trabajo de la gente que quisiera ofrecer “oficios menores”, no tareas de construcción de estacadas.
Con la certeza de que en cualquier momento “nos van a embocar” con un artículo robado, con la sensación de ingratitud de muchos, con las absurdas acusaciones que nos formulan por mensajes privados, con la falta de sensibilidad que percibimos hacia este lugar que es de todos, es que decidimos bajar la persiana.
Hoy, en el colmo del absurdo, alguien que curiosamente publica su actividad en forma permanente y gratuita en los “Clasificados del Boletín”, nos acusó de mentir sobre las propiedades del pino impregnado. Por mensaje privado fue todavía más allá formulando diversas acusaciones para concluir con una suerte de extorsión en la que manifiesta que por suerte tiene toda la conversación “por escrito”.

Sin ninguna necesidad de recibir palazos, no ganando nada más que la (supuesta) satisfacción de que la gente se comunique a través de esa página, en vista de que muchos no han comprendido el sentido que le quisimos dar al espacio y de los problemas que los propios usuarios y vecinos nos ocasionan permanentemente es que decidimos despedirnos.

martes, 3 de febrero de 2015

TIGRE TE MIRA: DRONES SOBRE LA ISLA




Ya son dos los isleños que reportaron a este medio la presencia de drones de vigilancia sobre sus viviendas en la zona de Gambado y Sarmiento.

Estas máquinas voladoras están dotadas de cámaras, por lo que se trataría de una flagrante violación a la intimidad y la privacidad, desde que son enviadas a sobrevolar viviendas particulares, y que en la isla no existen espacios públicos.

"Es una herramienta muy importante para la seguridad pública", sostuvo en su momento Diego Santillán, quien era secretario de Protección Ciudadana.

Según publicó el diario La Nación, Santillán admitió que “más adelante, los drones podrían tener otro uso, como detectar construcciones no declaradas.”

Según el sitio BWNArgentina.com en Argentina no existe legislación que prevenga lo siguiente:

ABUSO DE UTILIZACIÓN: Los drones sólo deberían ser desplegados como fuerza de orden público mediante una orden judicial, únicamente en casos de emergencia o cuando haya motivos específicos y articulables para creer que el robot recogerá pruebas relativas a un delito específico.

CONSERVACIÓN DE DATOS: Las imágenes, vídeo y sonido recopilados por el drone, sólo deberían conservarse cuando existan pruebas independientes sobre evidencia de un crimen o la relevancia de esta información para una investigación o juicio. Sin embargo, un perito independiente debería controlar la veracidad de esas imágenes, vídeo y sonido que pueden ser implantados en la memoria del artefacto.

POLÍTICA: La política de uso de drones ciudadanos debe ser decidida por los representantes democráticos del pueblo, o  mejor aún, via comicios. Los drones no pueden ser impuestos por el gobierno o los departamentos de policía y seguridad. Las políticas deben ser claras, por escrito, y abiertas al público.

PREVENCIÓN Y RESPONSABILIDAD: El uso de drones nacionales debe estar sujeto a abrir auditorías y supervisión adecuada para evitar los abusos.


ARMAS: Los drones municipales no deben portar armas letales o no letales. 

Los aparatos tienen un valor de 17.500 dólares cada uno, tienen una autonomía de 25 minutos y alcanzan una altura máxima de 2000 metros.

Video promocional de los drones de la municipalidad de Tigre:

https://www.youtube.com/watch?v=eatEChi7cq0#t=24