Por Norberto Ralt
NORBERTO RALT ES EL CREADOR DE LA “CRÓNICA PERIODÍSTICA SARASSA” O FABULÓSICA. CUALQUIER SEMEJANZA CON NUESTRA REALIDAD ISLEÑA ES PURA COINCIDENCIA. |
La tarde se presenta apacible, pero con algunos mosquitos, en el poco
navegado arroyo “Bruno Gelber”. Luego de la marea que tuvo a los isleños en
vilo durante varios días, el espectacular grupo especial CH.O.T. ha vuelto a
las prácticas y a los entrenamientos militares tácticos, que forman parte de un
nuevo programa de seguridad integral en islas, promovido por el Gobierno Provincial.
Se trata de un reducido comando, experto en las más innovadoras técnicas de
combate montaraz, que ha tomado el nombre de nuestros originarios indios, los
Chanaes. Confiesan que a partir de la lectura de “Buscando el ser isleño en la historia del Delta” (celebrada
publicación coleccionable incluida en el “Boletín Isleño”, cuyo responsable es
el joven historiador José Beccar Varela) decidieron honrar a estos primitivos
remadores autóctonos del Delta incorporando su nombre al del equipo. Las siglas
CH.O.T. responden a: Chanaes - Operaciones Tácticas. “Los Chanaes”, cómo gustan
llamarse, dejan traslucir en sus expresiones que surgieron como respuesta
política de la máxima autoridad provincial a la aparición del municipal C.O.T.
Su función primordial es limpiar los ríos de la escoria anti social que asola a
la región mediante prácticas que se encuentran reñidas con la ley. Afirman
también que no hacen su trabajo por dinero y que los moviliza el mero amor que
sienten por el patrullaje. Cuentan que, cuando el 728 funciona, tienen línea
directa con el Gobernador, o por lo menos con alguien que dice serlo.
La primera pregunta que se me ocurre formular tiene que ver justamente
con las siglas que lo nombran. ¿No se
fijaron que CH.O.T suena a CHOTO? El comentario les cae como un baldazo de
agua helada; parecen no haber percibido la similitud entre ambas palabras hasta
este momento. “Noo, ¿quién se va a dar
cuenta? ¿Usted dice que nos van a cargar? ¿Le parece? No creo…si acá la gente
es buena”, manifiesta con inocencia uno de los muchachos.
El equipo está conformado por seis robustos remeros, distribuidos en
grupos de a dos, que se desplazan en sus piraguas con asombrosa pericia, destreza
y versatilidad, pudiendo recorrer distancias de hasta diez kilómetros en el
tiempo record de dos horas veinte minutos. Las canoas fueron adquiridas de
“segunda mano” y se encontraban en avanzado estado de putrefacción pero, como
la necesidad hace que el chango baile, fueron reparadas con rowing, fibra y
resina por sus futuros tripulantes. Bien
sabedores de lo que es emparchar un bote, los muchachos pusieron manos
a la obra y, con la ayuda de un plastiquero amigo, están logrando la recuperación
definitiva de las naves de manera bastante satisfactoria. “Además le agregamos todo refuerzos, les pusimos los largueros de pino todo
de media por una y en algunas partes le pusimos todo fenogglio (nota del autor:
se refiere al terciado fenólico muy utilizado en este tipo de menesteres y no a
la chocolatería barilochense). Cada una terminó pesando unos ciento sesenta
kilos. Son pesadas pero van a aguantar bien los golpes. ¿Quedó linda la
canobita, vió?”, me dice con orgullo otro de los integrantes del equipo. En
la actualidad se encuentran en seco, a la espera de que abran la importación de
las pinturas epoxi con las que les agregarán motivos agresivos como, la boca
dentada de un tiburón, un chorro de fuego, o el pico de un chimango en sus
correspondientes proas. Fueron bautizadas como “Patán”, “Chatrán” y “Soldán”.
El espectacular motor "Lombradini" funciona con una mezcla de kerosene y nafta común. Una lata añadida de arvejas añadida a la boca del carburador mejora su performance |
Los patrullantes reciben también nombres
“clave” que se relacionan con la fauna local. En la “Patán” viajan “Tarucha” y “Tortugón”,
en la “Chatrán” van “Manduba” y “Moloso común” y en la “Soldán” reman “Chiricote”
y “Zapallón” que, a la sazón, no es el nombre de un animal sino el de una
verdura. El “Molo” nos explica, con aires de biólogo, que: “El Moloso común es un bicho como el murciégalo”.
La nave insignia es la “Totita”, un
espectacular canobote “usado”, de 3,90 mts. de eslora también confeccionado en
plástico reforzado, con dos cómodas bancadas en donde se ubican los vigilantes.
Está tripulada por “Moncholo” y “Federal”. Cuenta con línea de eje, “pata de
gallo” de novedoso diseño y hélice de dos palas con chavetero incorporado. Es
propulsado por un impactante y ruidoso motor “Lombardini” de catorce caballos rectificado
a nuevo que, por su peso, sumerge al navío por debajo de la línea de flotación.
Funciona con una mezcla de nafta común y kerosene que reemplaza al Agricol, muy
utilizado en el campo durante la década del sesenta. La máquina carece de
encendido electrónico y es muy sensible a la humedad del lugar lo que hace que
su puesta en marcha sea una tarea penosa. “Moncholo” nos enseña como se realiza
el llenado de los tanques, que consiste en cargar siete partes de kerosene por
tres de nafta común, para después mostrarnos su funcionamiento, pero se
desanima rápidamente luego de pegar varios piolazos sin conseguir que el motor
arranque. Lamentablemente en uno de los intentos se lastima el reverso de la
mano con una lata añadida en forma precaria a la boca del carburador que, por
cierto, pierde combustible que da calambre. “Deben ser los platinos…nos pasaba lo mismo con el Yumpa de mi tío.
¡Este motor es una poron….! ¡Yo no sé porque no nos mandan la guita para
comprar un chino!”, se excusa mientras venda la extremidad ensangrentada.
El equipamiento de los nuevos
policías es rudimentario pero a la vez suficiente para enfrentar el accionar de
los pícaros que se dedican a perpetrar ilícitos en las islas. Comenzaremos con
la dupla compuesta por “Tarucha y Tortugón” cuyo armamento consiste en un afilado
machete “Corneta” y un pistolón de caza Rexio, de un tiro, calibre .14. A bordo
de la “Chatrán”, tripulada por “Manduba”
y “Moloso común”, se encuentra una gomera hecha con la horqueta de un fresno y la
pistola de aire comprimido “Robin Hood” calibre 4.5, con la que habitualmente
se entretienen cazando pajaritos durante los escasos ratos libres que se toma
el crimen organizado. Pero sin lugar a dudas el equipo mejor armado es el que
se desplaza en la “Soldán”, cuyos remeros portan un cuchillo “Tramontina” de uso
doméstico y la poderosa escopeta de dos caños, carpinchera, del .16, recortada
recientemente con una amoladora. Aún no la han probado pero les advierto que,
en las bocas de los cañones, se ve abundante viruta y rebarbas de acero que son
resabios del corte que le han hecho y que podrían provocarle un accidente al
tirador. “No pasa nada, esta escopeta es
muy confiable, era de mi abuelo” explica “Chiricote” mientras carga los dos
cartuchos. Sabiendo que algo malo está por suceder vuelvo a pedirle que
reconsidere el hecho de hacerla revisar por un armero de confianza. “¡No pasa nada, papaaá!” vuelve a
repetir mientras apunta a unas latas de arvejas marcadas, pero no perforadas,
por la pistola de aire comprimido.
En la primera gatillada el tiro no sale.
Rápidamente vuelve a amartillar y gatilla otra vez pero no hay caso, el disparo
no se efectiviza. Ahora prueba suerte en la recámara contigua, en donde
finalmente se produce la deflagración de la pólvora pero la perdigonada tampoco
sale, sino que estalla dentro del cañón, empujando al efectivo policial hacia atrás, que trastabilla y cae al suelo, en medio de
una nube de humo maloliente, con la escopeta abierta y el cañón hecho una flor. La
explosión es digna del pirotécnico “Trentuno” y revela, muy gráficamente, en
que consiste el principio de acción y reacción. “Chiricote” parece encontrarse
de buen ánimo, a pesar de las quemaduras de primer grado que presenta en el
rostro y en las manos, pero “Tarucha” sale corriendo en busca del desfibrilador
con el que le aplica corriente repetidas veces. Luego es retirado en estado de
inconsciencia hacia el fondo del destacamento. “¿Van a llamar a un médico?” pregunto preocupado. “Naaa, en un rato se despierta seguro”
me contesta “El Molo”. “¿Y con las
quemaduras como van a hacer?” “Le ponemos barro nomás” dice mientras
observa incrédulo el estado en el que quedó el arma.
Armamento del CH.O.T. 1: Pistola de aire comprimido "Robin Hood" cal. 4 y medio |
El aspecto de las comunicaciones no
está del todo resuelto y es ajeno a los funcionarios de seguridad que
supervisan las tareas del CH.O.T. Las empresas de telefonía celular no
garantizan, como es sabido, la cobertura en todas las áreas del Delta y, por
tal motivo, los ingenieros en comunicaciones se vieron en el compromiso de
diseñar una tecnología que realce la intensidad de la señal, para lograr una
coordinación satisfactoria entre todos los miembros del grupo. “En los lugares en donde el Movicom no
agarra señal tenemos que tocar tierra y armar una especie de antena casera. Hay
que agarrar la pala, hacer un pozo de un metro, metro y medio, tirarle un
paquete de sal gruesa y una papa pelada. A la papa le clavamos un fierro de
seis metros de altura. De ahí le sacamos un alambre que retorcemos alrededor
del teléfono. Anduvo bien un par de veces, pero lleva mucho trabajo la
instalación.” Por el momento el
sistema es inestable y carece de resultados satisfactorios, pero según dicen “es lo que hay”.
El grupo táctico aún encuentra obstáculos para establecer las comunicaciones con el Movicom |
Luego de unos mates con tortas
fritas los muchachos se entusiasman con hacer una demostración de habilidades en
las aguas del tranquilo arroyo. Entre los ocho descienden una de las pesadas piraguas
y, no bien toca el agua, dos miembros del grupo táctico se arrojan, en forma tan
imprudente como desincronizada, sobre ella desde la costa. Si se tratara de una
serie de televisión estadounidense de los años setenta la música incidental de
esta escena estaría poblada de órganos Hammonds y de guitarras con efecto
wha-wha. Nuestros vigilantes isleños serían dos rudos detectives de Manhattan,
ingresando a los saltos por la ventanilla de un Camaro para combatir el accuibar de narcotraficantes y proxenetas de origen afroamericano. En el aire, “Mojarra” y
“Zapallón”, parecen verdaderas gallinetas en vuelo rasante hacia la inestable
embarcación. El primero accede tras un fuerte impacto al interior de la canoa
que, por el golpe, se tumba hacia ambos lados. Pero “Zapallón”, que lleva la
escopeta, el movicom, las bombas de picote de Rovarella, la pala, la papa, la
sal, el fierro de la antena, el rollo de alambre de fardo, los remos, dos
bidones de agua, una damajuana de vino y una garrafa que le compró hace un rato
a la almacenera, cae al agua en forma cinematográfica. Inmediatamente es
“Tortugón” que, con aguzados reflejos, se arroja en su rescate y logra
arrimarlo hasta un muelle cercano alejando el peligro de una muerte segura.
“Mojarra” ha quedado ahora solo y a la deriva en su piragua. Sin remos con los
que desplazarse intenta impulsarse con sus manos para regresar a la base de
operaciones pero pronto se va a pique en medio de desesperados manotazos. Han
tenido la mala fortuna de bajar al agua a la “Chatrán” cuya costura central, en
la que se unen ambos lados, se encontraba despegada y a la espera de una pronta
reparación.
“Mojarra” y “Zapallón” se encuentran gravemente afectados por lo
sucedido. Sienten sobre ellos las punzantes miradas de desprecio del resto del
equipo. Sobre sus hombros recae el humillante peso de la torpe acción que
pretendieron llevar a cabo para impresionarme. El propio “Zapallón” intenta
explicarse a sí mismo que es lo que pudo haber sucedido diciendo por lo bajo: “Me trompecé con esa raíz de mierda…la puta
madre…mi mujer me va a cagar a pedos que se me mojaron los puchos que me
encargó de la carnicera”. Pero “Moloso Común”, tal vez el más optimista del
combo le retruca: “¡Vamos campión, que un
trompezón no es caída, viejo! ¡Dale que hay que garrar los chorros!”
La tarde se va en medio de la infernal mosquitada. El CH.O.T debe
seguir adelante con sus entrenamientos y capacitación; en un rato salen para el
Paicaraby a realizar prácticas nocturnas que me encantaría poder presenciar
pero, con mi madre, tenemos entradas para ver a Manolo Galván en la Sociedad
Italiana.
La tarea de esta nueva fuerza de seguridad será ardua, la inseguridad
no dará tregua, pero los ríos y arroyos del Delta estarán prontamente limpios
de cacos, marginalidad, inmundicias humanas, lacras sociales, heces vecinales, vicio,
joda y toda podredumbre moral que germine al calor de su intrincada geografía. ¡Buena
suerte en sus primeras razias amigos!
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