El haiku es un antiquísimo poema japonés. La regla clásica dice que tiene tres versos de 5-7-5 sílabas, aunque los grandes maestros de este género poético han roto este esquema todas las veces que han querido. Lo importante es el espíritu de esta forma poética; en ella, los poetas buscaron la ínfima brevedad de lo presente, atrapar lo efímero que escapa a la percepción del hombre común, para inmortalizarlo en la esencia pura, sin ningún agregado que ensucie a la realidad cubriéndola de palabras.
El haiku está embebido de taoísmo y budismo zen, de la sensibilidad de quien está Atento, Presente, del que “está en lo que hace”. Es también una forma de meditación, de aguzar los sentidos para percibir sin intermediarios la realidad que nos circunda. También lo es para quien lee haiku, ya que, para conectar profundamente con el poeta, el lector también ha de leer en calma, Atento, casi desmenuzando los sonidos del lenguaje e intentando “ver” también él aquello que conmovió al poeta y lo llevó a escribir. El lector “crea” haiku leyendo.
Lo que sigue son fragmentos de la obra inédita "Isleña Brevedad"
“Haiku es simplemente
lo que está sucediendo en éste lugar,
en éste momento”
(Matsuo Basho)
Flores de sauce,
Vestidas de humildad.
Llenas de abejas.
Gota de agua,
tiemblas y te caes.
Como mi alma.
***
Escuché su voz.
El río me susurró:
“fluye, como yo”.
Libres del tiempo,
partículas de polvo
cabalgan la luz.
***
Volaron miles.
Oyeron al verano
llamar de lejos.
***
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