El 2 de diciembre de 1941, Roberto Arlt escribió en su columna del diario El Mundo un relato sobre los ranchos isleños y sus extraordinarias canoas. Aquí extraemos algunos fragmentos.
“…De tanto en tanto se hace visible entre la maleza de un huerto silvestre una casona de madera con techo de cinc, o una casona con estructura de tirantes y paredes de barro, o también una vivienda moderna de cemento armado, cuyo descanso se abre al río sobre una escalera de recibimiento. En los tres casos, la vivienda de barro, la de madera o de material está cargada sobre puntales, los que dejan libre un entresuelo por el que puede caminar sin obstáculos un hombre de elevada estatura.”
El rancho y la canoa del isleño. Por lo general, mejores o peores, sus únicas pertenencias
“El espacio hueco debajo de la vivienda, casi siempre cerrado por un enrejado de listones, es despensa unas veces, depósito de envases de fruta otras, comedor para el verano algunas, pero el paseante ve perderse el cubo encalado entre manchas verdes y piensa: Ese es el rancho del isleño.
Porque aparentemente la vivienda es un rancho como aparentemente el isleño es un hombre que vive primitivamente; pero en realidad, la vivienda no es un rancho, sino una casa con sus divisiones distribuidas como lo requieren las necesidades del civilizado.”
“A un costado del embarcadero corre un canal artificial que penetra hacia la huerta. Lo cubre un techo de espadaña o de tejas. Allí se guarece la canoa a motor, siempre igual, ya esté varada junto a la casa de material como de barro. Esta canoa larga, fina, diferente de las otras canoas que flotan en los ríos del mundo, es una creación del isleño. Está conformada para desarrollar una velocidad discreta, para maniobrar a pesar del exceso de carga, en ángulos muy cerrados y para navegar hasta en cincuenta centímetros de agua. Parece que contradice todos los cánones de arquitectura naval y es útilmente perfecta.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario