lunes, 31 de marzo de 2014

Buscando el “Ser Isleño” en la Historia del Delta. 2ª Entrega: “La tierras de Pan Llevar”

Los chanáes que no quisieron domesticarse recibiendo tierras de Juan de Garay para afincarse como agricultores estables, combatieron como pudieron contra las armas de fuego españolas, y luego fueron huyendo hacia el norte, por donde estaban cercados por los jesuitas que dominaban toda la costa del Paraná.

Criollos carboneros en ranchos temporarios


            Fue el drama de nuestros antepasados isleños: entregarse, renunciar a su modo de vida libre y montaraz, o morir en una guerra desigual.
            De allí en más, nuestras islas quedaron casi por completo desiertas. Para una población criolla que no tenía tradición isleña, canoera, los infinitos arroyos del delta eran casi inaccesibles, plagados de feroces tigres, selvas impenetrables y mareas frecuentes.
            La propiedad de la tierra pasó a ser pública y se la denominó de “Pan Llevar”, es decir, que cualquiera podía ir y extraer los recursos naturales como mejor le pareciera. Y allí quedó, un vasto territorio antes floreciente, lleno de habitantes cuya civilización se había adaptado a la rara geografía isleña, vacío de hombres.
            Muchos criollos afincados en los pueblos costeros de Las Conchas (como se llamaba a la región del actual Tigre) y San Fernando, vieron en las islas un duro medio de vida. En pequeñas embarcaciones recorrían los arroyos cortando leña, recolectando algunos frutos, pescando y cazando. Estos poblados y la ciudad de Buenos Aires recibían la leña del delta con voracidad, y los cueros de nutria, carpincho y yaguareté o tigre.
            Los criollos que se fueron isleñizando comenzaron a preparar carbón con la leña del delta, y se fueron quedando cada vez más tiempo en la isla, por temporadas. Alcides D’Orbigny, un viajero francés que anduvo por estos pagos, escribió allá por 1820: “En estos lugares y algo más arriba en el Paraná, gran número de carboneros acuden todos los años a hacer su provisión de carbón, llegando a ahumar el país a veinte leguas a la redonda. Su modo de fabricación es de lo más vicioso, por lo que el producto resulta muy malo y se pierde mucha cantidad de madera (…) y sin que los torpes explotadores se preocupen mayormente por el daño.”
            No son pocos los relatos de viajeros asaltados en remotos parajes isleños por bandas de salteadores que vivían refugiados de la justicia en los salvajes montes de las islas. Se trató de una verdadera zona de frontera como lo fue al sur bonaerense la del Salado. Un lugar en el que los buscados por la justicia, marginales de toda laya, y gente de trabajo duro y humilde, encontraron su lugar en el mundo. Los “cristianos” y los “salvajes” convivieron allí conformando una sociedad que tuvo sus propias leyes y costumbres.

El naturalista Francisco Javier Muñiz hizo el primer relevamiento con una mirada científica de las islas del Paraná.


            Como por toda la costa del Paraná, no estuvieron ausentes en la época colonial los Jesuitas, que fueron los primeros que colonizaron las islas tras la desaparición de los chanáes. Aquí, sobre el arroyo Paycarabí, existió quizás la más desconocida de todas las misiones jesuíticas. En el siglo XVIII comenzaron a plantar racionalmente los frutales que luego le darían tanta fama al delta. El sabio naturalista Francisco Javier Muñiz, comisionado por el  gobierno de Pueyrredon, en 1818, tras un viaje por el delta informó al respecto en un imperdible trabajo titulado “Noticia sobre las islas del Paraná”: “Dos leguas más hacia el Miní (sobre el Paycarabí) se ven las reliquias del establecimiento de los jesuitas, que consiste en restos de tapiales y cerca de ellos hay cidra real, membrillos, cañas de castilla y varias clases de duraznos.”
            Dice textual el gran científico argentino en su relevamiento: “La canal de paycarabí tiene ambas orillas bien pobladas de los mismos arboles, a las tres leguas de la embocadura se hallan muchos porotos tapes silvestres algo amargos qº. se enredan en las cañas á mucha altura; á las cuatro leguas hay guindos de mediana altura; en ese albardon qº. es mui elevado hay un espacio como de cincuenta pasos cubierto de fracmentos de tinajas en las qº. depositavan los indios sus difuntos. He visto esas tinajas enteras tienen una vara de alto bien formadas, delgadas, con una tapa qº. embute mui bien un ahujero en el fondo redondo, el material me pareció de igual calidad q. el de las baldosas, unas estan todas labradas como escama de pez, y otras jazpeadas imitando el mármol, contenían huesos humanos casi reducidos a polvo. La nacion qº. los fabricó estava sin duda en mas alto grado de civilisacion qº. los indios independientes qº. conocemos.” Así consideraba él a nuestros antepasados isleros.
            Muñiz confirma la presencia de aborígenes en las islas ya pasado el período colonial, asentados, conviviendo con los criollos: “Mas arriba de Caravelas, y como á un cuarto de legua de distancia, esta el arroyo de las piedras, donde se hallan varias plantas de hierva mate. Me dixo un indio anciano qº. havia un hosque de esos arboles en el centro de la ysla; pero por falta de viveres no pude verificarlo.”
            También vió nogales en los arroyos Antequera, La Horca y el Carapachay. Se asombró por la cantidad de cítricos que encontró en todos los arroyos por donde anduvo en ese año 1818. Si bien los jesuitas ya no estaban en América, es evidente que sus métodos de plantación fueron tomados por los criollos que iban informando a Muñiz en su viaje, y que ya vivían establecidos en las islas.
            Sólo ya cerca de la revolución de mayo se tienen datos de familias establecidas en las islas. La época del delta que hoy rastreamos, la que va desde la llegada de los españoles hasta la independencia, se caracterizó por ser un período de extracción de recursos naturales, fruta, leña, carbón, “unco”, caza y pesca, sin ninguna reglamentación ni racionalidad. Esto es algo que tal vez ocurra todavía en la isla con otro disfraz, y llevado a cabo no por gente humilde que intentaba sobrevivir, sino por los poderosos que sólo ven en las islas su fuente de riqueza: empresas de turismo que vienen, depredan y se van, dejando en el delta sólo destrucción y ningún beneficio.

"Noticia sobre las islas del Paraná" fue el informe que Muñiz elevó al Director Pueyrredón en 1818


            La última gran epopeya de este período del delta, es el aporte hecho por estos criollos para la reconquista de Buenos Aires. Cuando Santiago de Liniers cruzó a la Banda Oriental a buscar refuerzos para expulsar a los ingleses dueños de la capital en 1806, precisó de la invaluable ayuda de baquianos isleños que ayudaron en guía y traslado de tropas y víveres en sus embarcaciones hechas especialmente para recorrer nuestras aguas. Gracias a ese coraje gaucho y solidaridad isleña, Liniers y sus milicias pudieron llegar sin problemas hasta la boca del río Las Conchas, hoy Reconquista, para comenzar su glorioso avance hasta la derrota de los invasores, el Regimiento 71 de Su Majestad Británica, que nunca había sido vencido.

Las tierras de Pan Llevar fueron el horizonte de marginales y humildes trabajadores costeros que fueron luego quedándose, estableciéndose poco a poco, primero solos, luego con sus familias. Ellos fueron los primeros hombres blancos que aprendieron las cosas de nuestros ríos, de sus mareas, de sus animales, de su delirante vegetación. Ellos fueron quienes recopilaron los conocimientos isleños, la tradición oral con la que se aprende a vivir en la isla; ellos guardaron ese saber hasta la segunda gran transformación en el delta: la llegada de los inmigrantes europeos, “los gringos”.

4 comentarios:

  1. recuerden que cuando Liniers llego al rio de LAS cONCHAS NAVEGANDO DESDE COLONIA, EN NINGUN MOMENTO ENTRO A LAS ISLAS DEL DELTA, EN ESA EPOCA EL DELTA NO SE VEIA DESDE LA DESEMBOCADURA DEL RIO DE LAS CONCHAS HOY RECONQUISTA . OTRA COSA QUE ME LLAMA LA ATENCION ES QUE HAYAN VISTO NOGALES DEBEN SER OTRA ESPECIE. PORQUE LAS PECAN LAS TRAJO MUCHO DESPUES SARMIENTO, DEL DELTA DEL MISSISSIPI

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    1. Es cierto Ramón lo de los nogales, tal vez Francisco Muñiz vio otro tipo de nuez, al menos así lo consigna en su informe. En cuanto a la ayuda de los criollos a Liniers para cruzar en secreto hacia la banda oriental, se puede leer en el interesante libro, "buenos aires Reconquistada".
      Saludos, José. BV

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