sábado, 26 de marzo de 2016

LA DICTADURA EN LAS ISLAS


“ESTABAN CON LOS FAL, LOS CHICOS CONTRA LA PARED Y JUGABAN CON EL SEGURO… TIC, TAC… TIC, TAC”

Durante muchos años hemos escuchado las historias que nuestros isleños mayores cuentan acerca de hallazgos macabros y operativos militares en el Delta realizados durante la última dictadura. A continuación presentamos el valiente testimonio de Emilio Mathesisus, antiguo poblador del Arroyo Vico, ubicado frente a las costas de Carmelo.
En las islas de Villa Paranacito hubo un extraño censo poblacional mediante el cual, militares del Ejército armados con fusiles, rodeaban las viviendas – muchas de ellas ranchos – y realizaban preguntas a los vecinos tendientes a su relevamiento, a saber: cuantos vivían en la casa, sus identidades, las edades, si tenían armas guardadas, etc. Este método buscaba, además de la recopilación de información, intimidar a la población con el objeto de silenciarla, ya que la zona era utilizada para arrojar a los detenidos desaparecidos – muchos de ellos vivos – desde los helicópteros Alouette y los aviones Lockheed Electra de la Armada. En el excelente libro “El lugar perfecto”, el periodista de Villa Paranacito, Fabián Magnotta, recoge testimonios que dan cuenta de que toda una vasta área del Delta Entrerriano, cruzada por el Paraná Bravo, era el escenario de lo que nosotros denominamos “El horror que cayó del cielo”. 
Por primera vez presentamos el relato de Emilio Mathesius, por aquellas épocas poblador de la Tercera Sección de Islas de San Fernando, que recuerda el avistamiento de varios cadáveres adentro de un juncal y las alternativas de una operación militar de características muy similares al “Operativo San Sebastián” realizado en Villa Paranacito, que censó y silenció a la población de islas de Entre Ríos en una misma jugada. Se establece de esta forma que el mecanismo utilizado fue el mismo y llevado a cabo por las mismas fuerzas represivas -en este caso el Ejército-  en diversas y distantes jurisdicciones del enorme Delta del Paraná. El temor a las represalias llevó a la comunidad, que estaba completamente aislada física y comunicacionalmente, de la realidad política a callar, pero ahora llegó el tiempo de hablar.
B.I.: Viviste cerca de “El Silencio”, en Tuyuparé: ¿Se veían movimientos inusuales?
Emilio: En el Tuyuparé no se veía. A mí me contaron que veían movimientos de noche, lanchas. En ese tiempo no se podía hablar nada.
¿Qué viste una madrugada saliendo al Guazú?
Nosotros salimos a las cuatro de la mañana de allá, de Arroyo Vico y después agarramos por el Guazú para arriba, ¿viste?, entre el Naranjo y Camacho y había cuatro cadáveres adentro del juncal. Tenían la cara como quemada con cal.
¿Pudiste ver si eran hombres o mujeres?
No, porque nosotros pasamos a una distancia pero no le dábamos bolilla porque no se podía hablar de nada. Si vos encontrabas un cadáver así, no tenías ni que presentarte. Un sobrino mío (que trabajaba en Prefectura) me había dicho que hiciera de cuenta que no había visto nada
¿Un día llegaste a tu casa y te encontraste con un grupo de militares armados?  ¿Qué pasó cuando los viste?
Si. Llegué de trabajar a la nochecita y yo venía con leña y el machete. Me trató mal… yo tenía a mi señora, a mi cuñada, a mi hermano, a los chicos… Miguel, la Gladys… los tenían contra la pared apuntando con un fusil. Tres habían. Y a mí me trataron mal. Un teniente, me preguntaba si yo era “pesado” y cosas así. Yo lo miraba, te juro, era chiquitito así…. me daban ganas de ahorcarlo. Claro si estaban con los FAL, con los chicos contra la pared y jugaban con el seguro, tic, tac, tic, tac.
¿Te hicieron dejar el machete?
Cuando él me dijo tirá el machete yo no lo tiré, fui y lo guardé en la cocina y ahí que me pegó un empujón contra la pared. Cómo yo agarré y lo puse en la cocina, ahí fue la bronca más grande porque él me decía que lo tirara al machete. A mí no me gustaba que tenían contra la pared a los chicos, a mi señora, a mi cuñada y a mi hermano. ¡Pero andaban a cantidad! Porque ellos… vamos a suponer…  cuando estaban acá, se bajaban en un muelle, venían a pie y las lanchas por el río. Cuando venía a Tigre nunca tenía problemas, no pedían los documentos pero allá en (arroyo) Vico sí.  Para saber la cantidad de gente que había. Ellos lo que buscaban mas eran las familias que tenían dos o tres chicos grandes. Los míos eran chicos, Miguel, la Gladys y Roxana.
¿Qué buscaban?
Gente. Gente escondida. Yo llegué a mi casa y… soldado que salía de la habitación, soldado que salía de la cocina... ellos andaban como si fueran los dueños de su casa.
¿Te revolvieron cosas?
Siii. Todo.
¿Te robaron algo?
No, eso no.
¿Eran del Ejército? ¿Qué te preguntaban?
Si. Me preguntaban si había ruido, si sabía que andaba gente extraña, todas esas cosas. Yo le dije: Nosotros trabajamos y cuando uno se acuesta a dormir no siente nada. Después vino la Policía, la Prefectura, la Marina. Todos andaban. De noche andaba la Marina.
¿Paraban en tu casa?
No, cuando andaban patrullando no.
¿En qué zona sucedía todo esto?
Arroyo Vico enfrente de Carmelo.
¿Anduvieron así mucho tiempo?
Si, un tiempo cuando dieron el golpe de estado. Habrá sido por el 77. Después andaban pero no molestaban. Andaban mucho por esa zona porque estaba cerca de Uruguay
¿Después vino la policía?
Después vino la Policía. Preguntaban siempre lo mismo. A los Policías yo los conocía. Me pedían los documentos, registraban todo ¿viste? De noche no. Ellos se llevaron una escopeta vieja que tenía, pero al año me la entregaron.
¿Por qué se la llevaron?
Eran órdenes. Al otro día vino la Prefectura, todo lo mismo, me pedían documentos. Cuando me sacaron la escopeta tuve que venir urgente al otro día a la comisaría. Boludeces. A firmar unos papeles. Había un oficial que me conocía, ¿viste?, y me dice, “mirá a vos te hace falta la escopeta”… el hombre era isleño. “Vos te matás una nutria, te matás una paloma, tenés que darle de comer a tus hijos.” Cuando me la entregaron me dijeron usted va a tener que guardarla ahí y no usarla. Si yo lo encuentro en la canoa con esa escopeta lo llevo en cana y le va a salir unos cuantos años. El oficial isleño me dijo: “No se te ocurra llevar la escopeta, porque si te agarran…”. Después me dieron un carnet así, para tenerla. Primero me dieron uno, después como a los cinco o seis años, me citaron acá, adonde entran las lanchas, en frente de la Prefectura. Me dijeron: “te estaba buscando la Policía… tenés que presentarte…”  Vine ahí, hable con el Jefe… me dijo “Noooo… no te hagás problema, tomá el carnet, podés usarla”. Estaba firmado por un teniente. Porque muchos se las agarraron y después no las entregaron mas.
Allá pasó un caso. Había un muchacho conocido del barrio, y él se crío con todos ¿viste? Sabía todo, quien tenía armas… Cuando entró en la Policía, ¿sabés lo que hizo? Los vendió a todos. Muchos la escondieron a la escopeta, pero éste sabía. Los agarró a todos, les quitó el arma a todos. Después cuando se calmó todo no pisó más allá porque lo iban a matar. En serio, lo iban a matar.
¿No devolvió las escopetas?
No, no… él se hacía el pelotudo. Fue él que vendió a la misma gente. Yo nunca más lo vi. Muchos la metieron adentro o si no la enterraban, la metían con un nylon y los milicos uuupss, sabían en el lugar que estaban. Nosotros teníamos una radio chiquitita para escuchar nomás, porque en ese tiempo no había nada, no nos enterábamos de nada. Hablábamos entre los vecinos pero calladitos.

¿Qué pensaste cuando viste los cadáveres? ¿Vos sabías que estaban pasando aviones tirando gente?
Si. Yo me enteraba porque mi sobrino (que ahora está muerto) era chofer de las lanchas de Prefectura de Guazucito. Él avisaba a los vecinos: “mirá, tal día van andar así, así y así.” Él avisaba a uno y nosotros nos avisábamos. Trabajaba en la Prefectura de Guazucito.
¿Hiciste algún otro hallazgo?
Una vuelta estábamos en Correntoso nosotros, nos fuimos a bañar allá al río de la Plata y encontramos un hueso de la pierna (un fémur). Afuera en el río de la Plata encontraban cadáveres, allá en Uruguay. A mí me dio miedo porque no estábamos acostumbrados a esas cosas.
¿Tuviste miedo de que te pasara algo por ver a esos muertos?
Sí, pero no hablé. Nosotros no hablábamos nada. Me dijo mi sobrino que no hablara con nadie, que no comentara nada.

Quienes hayan sido testigos de episodios similares durante la última dictadura militar pueden comunicarse con el Boletín Isleño al teléfono o dirección de mail que figura al pie de la página 2.

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