“ESTABAN CON LOS FAL, LOS CHICOS CONTRA LA PARED Y
JUGABAN CON EL SEGURO… TIC, TAC… TIC, TAC”
Durante muchos años hemos escuchado las historias
que nuestros isleños mayores cuentan acerca de hallazgos macabros y operativos
militares en el Delta realizados durante la última dictadura. A continuación
presentamos el valiente testimonio de Emilio Mathesisus, antiguo poblador del
Arroyo Vico, ubicado frente a las costas de Carmelo.
En las islas de Villa Paranacito hubo un extraño censo poblacional
mediante el cual, militares del Ejército armados con fusiles, rodeaban las
viviendas – muchas de ellas ranchos – y realizaban preguntas a los vecinos tendientes
a su relevamiento, a saber: cuantos vivían en la casa, sus identidades, las
edades, si tenían armas guardadas, etc. Este método buscaba, además de la
recopilación de información, intimidar a la población con el objeto de
silenciarla, ya que la zona era utilizada para arrojar a los detenidos
desaparecidos – muchos de ellos vivos – desde los helicópteros Alouette y los aviones
Lockheed Electra de la Armada. En el excelente libro “El lugar perfecto”, el periodista de Villa Paranacito, Fabián
Magnotta, recoge testimonios que dan cuenta de que toda una vasta área del Delta
Entrerriano, cruzada por el Paraná Bravo, era el escenario de lo que nosotros
denominamos “El horror que cayó del cielo”.
Por primera vez presentamos el relato de Emilio Mathesius, por aquellas
épocas poblador de la Tercera Sección de Islas de San Fernando, que recuerda el
avistamiento de varios cadáveres adentro de un juncal y las alternativas de una
operación militar de características muy similares al “Operativo San Sebastián”
realizado en Villa Paranacito, que censó y silenció a la población de islas de
Entre Ríos en una misma jugada. Se establece de esta forma que el mecanismo
utilizado fue el mismo y llevado a cabo por las mismas fuerzas represivas -en
este caso el Ejército- en diversas y
distantes jurisdicciones del enorme Delta del Paraná. El temor a las
represalias llevó a la comunidad, que estaba completamente aislada física y
comunicacionalmente, de la realidad política a callar, pero ahora llegó el tiempo
de hablar.
B.I.: Viviste cerca de “El Silencio”, en Tuyuparé: ¿Se
veían movimientos inusuales?
Emilio: En el Tuyuparé no se veía. A mí me contaron que
veían movimientos de noche, lanchas. En ese tiempo no se podía hablar nada.
¿Qué viste una madrugada saliendo al Guazú?
Nosotros salimos a las cuatro de la mañana de allá,
de Arroyo Vico y después agarramos por el Guazú para arriba, ¿viste?, entre el
Naranjo y Camacho y había cuatro cadáveres adentro del juncal. Tenían la cara
como quemada con cal.
No, porque nosotros pasamos a una distancia pero no
le dábamos bolilla porque no se podía hablar de nada. Si vos encontrabas un
cadáver así, no tenías ni que presentarte. Un sobrino mío (que trabajaba en
Prefectura) me había dicho que hiciera de cuenta que no había visto nada
¿Un día llegaste a tu casa y te encontraste con un
grupo de militares armados? ¿Qué pasó
cuando los viste?
Si. Llegué de trabajar a la nochecita y yo venía con
leña y el machete. Me trató mal… yo tenía a mi señora, a mi cuñada, a mi
hermano, a los chicos… Miguel, la Gladys… los tenían contra la pared apuntando
con un fusil. Tres habían. Y a mí me trataron mal. Un teniente, me preguntaba
si yo era “pesado” y cosas así. Yo lo miraba, te juro, era chiquitito así…. me
daban ganas de ahorcarlo. Claro si estaban con los FAL, con los chicos contra
la pared y jugaban con el seguro, tic, tac, tic, tac.
¿Te hicieron dejar el machete?
Cuando él me dijo tirá el machete yo no lo tiré, fui
y lo guardé en la cocina y ahí que me pegó un empujón contra la pared. Cómo yo
agarré y lo puse en la cocina, ahí fue la bronca más grande porque él me decía
que lo tirara al machete. A mí no me gustaba que tenían contra la pared a los
chicos, a mi señora, a mi cuñada y a mi hermano. ¡Pero andaban a cantidad!
Porque ellos… vamos a suponer… cuando
estaban acá, se bajaban en un muelle, venían a pie y las lanchas por el río.
Cuando venía a Tigre nunca tenía problemas, no pedían los documentos pero allá
en (arroyo) Vico sí. Para saber la
cantidad de gente que había. Ellos lo que buscaban mas eran las familias que
tenían dos o tres chicos grandes. Los míos eran chicos, Miguel, la Gladys y
Roxana.
¿Qué buscaban?
Gente. Gente escondida. Yo llegué a mi casa y…
soldado que salía de la habitación, soldado que salía de la cocina... ellos
andaban como si fueran los dueños de su casa.
¿Te revolvieron cosas?
Siii. Todo.
¿Te robaron algo?
No, eso no.
¿Eran del Ejército? ¿Qué te preguntaban?
Si. Me preguntaban si había ruido, si sabía que
andaba gente extraña, todas esas cosas. Yo le dije: Nosotros trabajamos y
cuando uno se acuesta a dormir no siente nada. Después vino la Policía, la
Prefectura, la Marina. Todos andaban. De noche andaba la Marina.
¿Paraban en tu casa?
No, cuando andaban patrullando no.
¿En qué zona sucedía todo esto?
Arroyo Vico enfrente de Carmelo.
¿Anduvieron así mucho tiempo?
Si, un tiempo cuando dieron el golpe de estado.
Habrá sido por el 77. Después andaban pero no molestaban. Andaban mucho por esa
zona porque estaba cerca de Uruguay
¿Después vino la policía?
Después vino la Policía. Preguntaban siempre lo
mismo. A los Policías yo los conocía. Me pedían los documentos, registraban
todo ¿viste? De noche no. Ellos se llevaron una escopeta vieja que tenía, pero
al año me la entregaron.
¿Por qué se la llevaron?
Eran órdenes. Al otro día vino la Prefectura, todo
lo mismo, me pedían documentos. Cuando me sacaron la escopeta tuve que venir
urgente al otro día a la comisaría. Boludeces. A firmar unos papeles. Había un
oficial que me conocía, ¿viste?, y me dice, “mirá a vos te hace falta la
escopeta”… el hombre era isleño. “Vos te matás una nutria, te matás una paloma,
tenés que darle de comer a tus hijos.” Cuando me la entregaron me dijeron usted
va a tener que guardarla ahí y no usarla. Si yo lo encuentro en la canoa con
esa escopeta lo llevo en cana y le va a salir unos cuantos años. El oficial
isleño me dijo: “No se te ocurra llevar la escopeta, porque si te agarran…”.
Después me dieron un carnet así, para tenerla. Primero me dieron uno, después
como a los cinco o seis años, me citaron acá, adonde entran las lanchas, en
frente de la Prefectura. Me dijeron: “te estaba buscando la Policía… tenés que
presentarte…” Vine ahí, hable con el
Jefe… me dijo “Noooo… no te hagás problema, tomá el carnet, podés usarla”.
Estaba firmado por un teniente. Porque muchos se las agarraron y después no las
entregaron mas.
Allá pasó un caso. Había un muchacho conocido del
barrio, y él se crío con todos ¿viste? Sabía todo, quien tenía armas… Cuando
entró en la Policía, ¿sabés lo que hizo? Los vendió a todos. Muchos la
escondieron a la escopeta, pero éste sabía. Los agarró a todos, les quitó el
arma a todos. Después cuando se calmó todo no pisó más allá porque lo iban a
matar. En serio, lo iban a matar.
¿No devolvió las escopetas?
No, no… él se hacía el pelotudo. Fue él que vendió a
la misma gente. Yo nunca más lo vi. Muchos la metieron adentro o si no la
enterraban, la metían con un nylon y los milicos uuupss, sabían en el lugar que
estaban. Nosotros teníamos una radio chiquitita para escuchar nomás, porque en
ese tiempo no había nada, no nos enterábamos de nada. Hablábamos entre los
vecinos pero calladitos.
¿Qué pensaste cuando viste los cadáveres? ¿Vos
sabías que estaban pasando aviones tirando gente?
Si. Yo me enteraba porque mi sobrino (que ahora está
muerto) era chofer de las lanchas de Prefectura de Guazucito. Él avisaba a los
vecinos: “mirá, tal día van andar así, así y así.” Él avisaba a uno y nosotros
nos avisábamos. Trabajaba en la Prefectura de Guazucito.
¿Hiciste algún otro hallazgo?
Una vuelta estábamos en Correntoso nosotros, nos
fuimos a bañar allá al río de la Plata y encontramos un hueso de la pierna (un
fémur). Afuera en el río de la Plata encontraban cadáveres, allá en Uruguay. A
mí me dio miedo porque no estábamos acostumbrados a esas cosas.
¿Tuviste miedo de que te pasara algo por ver a esos muertos?
Sí, pero no hablé. Nosotros no hablábamos nada. Me
dijo mi sobrino que no hablara con nadie, que no comentara nada.
Quienes hayan sido
testigos de episodios similares durante la última dictadura militar pueden
comunicarse con el Boletín Isleño al teléfono o dirección de mail que figura al
pie de la página 2.
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