Apicultura en el Delta del Paraná, historia y futuro. Por la Dra. Laura Gurini – Apicultura INTA EEA Delta del
Paraná.
Antes del desarrollo de la
domesticación de las plantas y de los animales, los seres humanos eran
cazadores, pescadores y recolectores, actividades que han quedado plasmadas en
el arte rupestre, con representaciones de la vida cotidiana, entre ellas la recolección
de miel.
Las abejas del género Apis no
existían en América. Sin embargo, la recolección de miel se practicaba en todo
el continente ya que los pueblos originarios americanos consumían miel de
abejas meliponas y trigonas, desprovistas de aguijón.
En la región del Delta, no se
encontraban estas abejas, pero los Chaná, Chaná-timbúes y Mbeguá que habitaban
las islas recolectaban miel de camoatíes (Polybia scutellaris) y lechiguanas
(Brachygastra mellifica), ambas avispas productoras de miel, cuyos nidos
pendían de árboles y arbustos.
A fines del siglo XIX y
principios del XX, la mayor parte de la población del Bajo Delta estaba
predominantemente compuesta por inmigrantes europeos que se instalaron como
granjeros y cultivaron mimbre, frutales, forestales y hortalizas, comenzando la
cría de aves y de abejas. Se introdujeron entonces varios tipos de Apis
mellifera, entre ellos las abejas italianas y las carniolas.
La actividad frutícola,
acompañada en muchas ocasiones por la producción de miel, s e mantuvo como
principal actividad hasta 1959, año en que se produjo una de las inundaciones
más importantes que afectaron al Delta. A partir de ese momento, se originó un
cambio en la actividad productiva, comenzando a tomar importancia la
forestación con Salicáceas. Las plantaciones de sauces y álamos y su flora
acompañante, ofrecieron nuevos recursos para la apicultura, pasando la región a
ser proveedora de polen temprano y de resinas a partir de las cuales la abeja
genera propóleos. Este propóleos, procedente de los álamos, es considerado de
excelente calidad.
A partir de este momento también
se produjo una modificación en el tipo de apicultor que trabajaba en las islas.
A los productores fijos de pequeña escala, se sumaron los apicultores
trashumantes, procedentes de otros lugares de la Provincia de Buenos Aires y de
otras provincias, con un número más elevado de colmenas, que comenzaron a
ingresar al bajo Delta para aprovechar el polen disponible y producir material
vivo antes que en otras regiones del país.
El censo Nacional agropecuario
del año 1969, muestra para Baradero, Campana, San Fernando, Tigre y Zárate la
existencia de 705 colmenas, que producían entre 25 y 40 Kg/año. La producción
total que alcanzaba a superar las 20 toneladas, era absorbida por el consumo
familiar y el excedente se comercializaba en el mercado de Frutos del puerto de
Tigre.
Actualmente, la actividad apícola
se extiende a todo el delta aunque las abejas disponen de distinta flora, lo
que implica el acceso a diferentes recursos. Se puede considerar una región de
mayor producción de material vivo, denominada zona de “nucleada” (Bajo Delta y
Bajíos ribereños) y otra, con mayor producción de miel o zona de “mielada”
(Predelta y Delta antiguo). Esta última recibe miles de colmenas para la
producción de miel de varios tipos, entre ellos la conocida como miel de
Caá-tay, que no cristaliza debido a su composición de azúcares. Es también una
zona apta para la obtención de miel orgánica.
Un futuro posible para la región
lo constituye el agregado de valor a través de este tipo de producción o bien
mediante la caracterización de las mieles. El conocimiento de los productos y
la organización de los productores también permitirán trabajar en la obtención
de la Identificación Geográfica o la Denominación de Origen, favoreciendo un
mejor posicionamiento en los mercados internacionales.
Fuente: Boletín Nuestro Delta Nº4.
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