En el nº 19 del Boletín Isleño publicamos en su momento en exclusiva, la primera crónica que salió a la luz del combate de la Vuelta de Obligado. En ocasión de celebrarse hoy el día de sobranía nacional, presentamos a los lectores este interesante relato que muestra con crudeza a lo que llegaron los opositores de Rosas aliados a las dos potencias más grandes del mundo del siglo XIX en las aguas de nuestro Paraná.
El 20 de noviembre de 1845 se produjo
en las costas de nuestro Paraná, cerca de la localidad de Ramallo, en la Vuelta
de Obligado, uno de los hechos de resistencia más heroicos que dio nuestra
historia nacional. Gobernaba la Confederación Argentina el estanciero
bonaerense Juan Manuel de Rosas. Desde el exilio, numerosos opositores, todos
tildados unánimemente de “salvages, asquerosos,
inmundos unitarios” conspiraban para derrocar al férreo gobernador.
Desde la
sitiada Montevideo, el líder de los exiliados, el joven abogado y político
porteño Florencio Varela, fustigaba desde su periódico “El Comercio del Plata”
a su enemigo de la orilla opuesta. Había hecho todo lo posible para lograr la
intervención armada de Inglaterra y Francia en el Río de la Plata, incluso
había viajado a Europa para rogar el apoyo.
Florencio Varela, director del "Comercio del Plata".
Rosas
impedía a las potencias extranjeras la navegación del Paraná, y Varela y los
liberales exiliados, abogaban por la apertura de los ríos al comercio europeo.
La cosa llegó al colmo de armar una expedición comercial, acompañada de buques
de guerra, para abrir a sangre y fuego la tozudez del gobernador, sin dudar de
con esas balas anglo-francesas, acabar con la vida de sus propios paisanos.
En este
número de Boletín Isleño publicamos fragmentos de la primera crónica que se
escribió de ese sangriento 20 de noviembre, que hasta ahora no había sido
publicada nunca. Un argentino, amigo de Florencio Varela, acompañó como
corresponsal el convoy de barcos anglo-franceses, y relató pormenorizadamente
la batalla. “El Comercio del Plata” lo publicó en sus páginas y nunca más fue
rescatado ese relato por ningún historiador. Hoy les ofrecemos a nuestros
lectores algunos impresionantes fragmentos. Llama la atención advertir que
quien escribe esta crónica es un argentino, embarcado en la flota extranjera
que agredió a sus compatriotas y la dignidad nacional. Respetamos la ortografía
original.
“El 11 del corriente, como ustedes saben, salimos de Montevideo
remolcados por el vapor francés Fulton. El 13 a la tarde, llegamos a Martín
García, y al día siguiente, a la madrugada, nos pusimos en camino hacia el
Guazú. Al entrar a la boca, estando próximos ya a los buques del convoi, pasó
por nuestro costado una lancha con mucha jente vestida de colorado. Supimos en
seguida que era un corsario de Rosas que se llevaba un barquito del convoi. (…)
El 15 llegamos a la boca del Ibicuy, en cuyo arroyo estaban hacía seis días,
los buques de la expedición, ejercitando la tropa de tierra. El 17 se puso en
camino toda la expedición, compuesta de los siguientes buques: Ingleses:
vapores Gorgon y Firebrand, de 6 cañones cada uno, corbeta Camus de 18,
bergantín Philomel de 6 y un carbonero armado con una pieza., y bergantín
goleta Dolphin de 3. Gefe ó capitán Hotham.
Franceses: Vapor Fulton con 2 piezas. Corbeta Expeditive de 16,
bergantines San Martín de 16, Pandour de 10 y bergantín goleta Prócida, armado
en guerra con 4 piezas de 24. Van desarmados, remolcados por el Fulton, el
bergantín Cacique con carbón y la ballenera Andreíta. Gefe capitán Threohuard.” Detrás de esos buques de guerra –los
más modernos del mundo- y otros menores que no se mencionan, iban 92 barcos
mercantes que pretendían llegar vendiendo productos europeos hasta el Paraguay.
“El 18 a mediodía fondeamos frente a San Pedro teniendo, entre el pueblo
y nosotros, la isla que forma su puerto. Salió una expedición de lanchas a
explorar y nos volvimos a poner en camino. A las cinco de la tarde fondeamos a
dos tiros de cañón de la Punta de Obligado. Veíamos las barrancas cubiertas de
jente vestida de colorado, una línea de cascos de buques encadenados, todos con
bandera; una goleta de guerra, cinco lanchas y dos místicos armados que
cruzaban frente a la cadena. El Dolphin y el Pandour fueron sobre ellos
inmediatamente y a las seis en punto de la tarde el Dolphin les tiró un
cañonazo que fue el primero que la Inglaterra hacía en las aguas del Paraná.”
“Al día siguiente, los buques hicieron sus preparativos de combate, y a
las 12 empezó una lluvia que con unos intérvalos, duró todo el día. Amaneció el
jueves 20 de noviembre con tanta cerrazón que casi no nos veíamos de un buque a
otro. A las 8 empezó a disiparse la niebla y a verse el campo cubierto de
soldados (…) A las 9 menos diez minutos, las cuatro baterías de tierra y el
bergantín goleta Vijilante rompieron un fuego terrible sobre la vanguardia y en
esos momentos el resto de la escuadra comenzó a avanzar marchando a retaguardia
los tres vapores. Diez o doce minutos
pasaron de una agonía mortal para los que mirábamos, porque veíamos aquellos
pobres tres barcos sufrir el fuego de 28 cañones sin contestar un solo tiro
porque aún no habían tomado posiciones”. Es escalofriante recordar que el cronista angustiado
por la destrucción de esos barcos ingleses por la resistencia argentina… era un
argentino.
Luego se hace una minuciosa
descripción de la vuelta de Obligado y felicita a Rosas por la elección del
lugar para resistir. Luego continúa el relato: “En el morro de la derecha había una batería que llamaré la 1ª, en el
declive, más abajo, había otra, la 2ª. A la orilla del agua, y en el verdadero
centro de la posición, estaba la tercera. Desde el pie de ésta, y hasta la
punta de la isla, corría una hilera de 23 cascos de bergantines o goletas
fondeados por la popa y por la proa, y ligados con tres o cuatro cadenas unos a
otros (…) Fondeados como a 800 varas de ella, los buques que he nombrado,
empezaron a hacer algunos tiros, hasta que a las 10, habiendo tomado todos
posición, el fuego se hizo general. El de los buques no podía ser muy vivo,
porque la calma no les permitía maniobrar y la corriente no les dejaba dar bien
sus costados cuando estaban al ancla. La capitana francesa (bergantín San
Martín) se había acercado más que nadie a la cadena, y ella, el patacho Prócida
y el Dolphin sufrían casi todo el fuego de las baterías. El peligro del San
Martín era muy grande y el vapor francés, levando su ancla fue a protegerlo y a
recibir las balas que si hubieran seguido dando en el San Martín tal vez lo
hubieran echado a pique.” Siguen pormenores del combate, movimiento de
barcos para posicionarse, y relatos de bajas humanas a bordo de los barcos
europeos. “Entretanto, la tripulación del
Vijilante (argentino) viéndose ya
comprometida, había abandonado el barco prendiéndole fuego, y a las 12 en
punto, voló la santa bárbara y desapareció. ¡Fue realmente un espectáculo grande e imponente! Los botes
ingleses cortaban la cadena en esos momentos y advirtiendo el Fulton que estaba
desembarazado el obstáculo lo pasó el primero. A las 4 el fuego de tierra era
ya mui poco, el efecto de las balas y
bombas de 80 era terrible y tenía aterrorizados a los artilleros de Rosas.
Estos, cuando veían que los vapores tiraban, se escondían bajo las trincheras,
luego cargaban, descargaban, y volvían a huir. Esto era ya darse por vencidos.
Además, los vapores ingleses habían también pasado la cadena, y sin ser
ofendidos, hacían terrible estrago en los de tierra. Desde mediodía habíamos
visto muchos grupos de caballería en retirada, pero a esta hora, se notaba que
el campo todo estaba en derrota. A las 5, sólo de tarde en tarde tiraban algún
cañonazo la 2ª y la 4ª baterías. A las 6 vimos dirigirse a tierra a las lanchas
de desembarco, el cual se efectuó bajo un fuego espantoso de la Expeditive y el
Prócida (…) la infantería rosista huyó despavorida, sólo algunos soldados,
ocultos entre los árboles, hicieron algunos disparos. La batería del morro de
la derecha, y la inmediata a ella fueron ocupadas y sus cañones clavados y
arrojados al agua, sin más pérdida, de parte de los vencedores, que un muerto y
dos heridos. Los comandantes Hotham y Trehouard fueron a la cabeza de las tropas, que subirán a unos 450
hombres entre ingleses y franceses.”
“La posición ha sido bien
sostenida, y el triunfo ha costado a la expedición como treinta muertos, un
número proporcional de heridos, y algunas averías en los buques. Si yo fuera
juez en este negocio, y hubiera de dar mi opinión respecto de los que más se
han distinguido pondría entre los franceses, y en primer lugar, y en igual
línea, al San Martín, al Fulton y al Prócida, que siendo un buque mercante
armado en guerra, aguantó todo el combate frente a las baterías. De los
ingleses, nombraría al lindo Dolphin, y al carbonero cuyo nombre ignoro. (…) No
he dicho, que el San Martín, cuando estuvo sobre la cadena, se ocupaba en
romperla. Al efecto, había ido el maquinista principal del Fulton, pero en la
operación, una bala partió por la mitad a este desgraciado. Antes de la acción,
se habían hecho ensayos para trozar una cadena. Los ingleses trataban de
cortarla con sierra, los franceses a martillo. Con la sierra cortaron la mitad
en 5 minutos, con el martillo se rompió toda en un minuto.”
Aquí viene un juicio impresionante
del cronista sobre el desempeño de sus compatriotas frente a la agresión
extranjera: “La caballería e infantería
huyeron sin pelear, lo que es para mí, prueba evidente, de que esos hombres querían ser vencidos. Si
ellos hubieran combatido, el desembarco pudo ser fatal para los agresores, pero
¿cómo ha de pelar un pueblo contra
hombres que mira como a libertadores?” “Al día siguiente las tropas
hicieron un nuevo desembarco (…) encontraron el campo lleno de cadáveres y
tomaron un oficial y unos cuantos heridos. Los que sostenían el punto lo
abandonaron presos de un verdadero terror pánico. Dejaron sus ranchos y tiendas
en el estado en que estaban, dejaron pólvora y balas, sobre todo sus banderas,
que habrían podido salvar. Así que,
cuando a primera vista parece que la resistencia fue valerosa, no lo fue tanto
en realidad. Tiraron mucho al principio, después de las dos primeras horas,
sólo hacían fuego con pocas piezas y escondidos. Cuando llegó el momento de
medirse cuerpo a cuerpo, abandonaron todo, en desorden.”
“Mandaba el punto el célebre jeneral Mancilla. Unos pasados que han
venido a la escuadra cuentan las glorias que se prometía este figurón en la
punta de Obligado. Decía que antes que los salvajes estranjeros hubieran tenido
tiempo de tomar un martillo, ya estarían a pique los que se acercasen a romper
la cadena y tenía tanta fe en el entusiasmo de sus soldados que la misión de la
caballería no era otra que la de lancear a los que quisieran volver caras al
combate”. Es decir,
lancear a sus propios soldados para que no huyeran. Termina su crónica el
corresponsal del “Comercio del Plata”: “Me
parece, amigos míos, que he dicho lo más sustancial, lo más exacto de lo que
hasta hoy ha pasado en el Paraná. Creo que nuestro viaje será más fácil en
adelante. Aunque en mi opinión, los rosistas no han sido aquí héroes, creo sin
embargo que han echado el resto, como dicen nuestros gauchos. Ahora ya saben lo
que son los cañones de 80, y ellos no los tienen iguales.”
Florencio Varela publicó la crónica
de su amigo que viajaba en el convoy extranjero que había penetrado a sangre y
fuego en aguas argentinas, y luego escribió una de sus editoriales con las que
fustigaba al régimen rosista desde Montevideo diariamente. Se tituló
tremendamente “Victoria en el Paraná”. En ella leemos: “El día 20 fueron atacadas las posiciones del enemigo (los
argentinos) en el Paraná, por las fuerzas
combinadas anglo-francesas. La resistencia fue tenacísima, el combate duró, con
igual calor, desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la tarde. En un momento
en que la infantería enemiga (argentina)
empezó a huir, su propia caballería cargó contra ella para obligarla a volver
al combate. Así se pelea voluntariamente por Rosas.” Y luego, le echa la
culpa al gobernador por la sangre se sus compatriotas: “Que un mandón ambicioso, sin otro móvil que una terquedad insensata
(…) arranque por fuerza a los míseros pueblos a quienes oprime incesantes
contribuciones de terror y sangre para sostener una causa que ellos mismos
abominan, y en la que no ven interés ni idea alguna nacional, sino la causa de
su verdugo propio, es el crimen más negro que puede cometer un hombre que
dispone del poder público. (…) En este caso se encuentra el hombre funesto que
acaba de hacer derramar en Obligado la sangre de un pueblo que lo detesta (…)
Ese culpable sin perdón tuvo en sus manos evitar el derramamiento horrible de
sangre. Se le ofreció la paz, se le rogó con empeño, pero rechazó por orgullo,
por insolencia, para conservar el poder que ejerce irresponsable y
discrecionalmente hace 16 años. Él debió ver que no tenía racional esperanza de
vencer, que los medios de sus enemigos eran superiores a los suyos. Pero no,
¿qué le importa a Rosas el sacrificio de 500 o mil hombres, si ha conseguido
que digan: “el gaucho es terco, no cede ante extranjeros?”
Esta es la postura que tomó la
oposición a Rosas en su época. No trepidó en aliarse al extranjero y masacrar
compatriotas. En las páginas de Boletín Isleño se publica por primera vez esta
impresionante primera crónica escrita del combate de Obligado, en las aguas de nuestro
Paraná.
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