Bellotti o la sudestada mental
Una tarde, en la primavera del 2001 sonó el teléfono de mi casa en la isla. El llamado provenía del productor de cine Marcelo Schapces. Me ofrecía el puesto de trabajo en el film “Sudeste” a rodarse en las islas del Delta. Necesitaban un baqueano que a la vez tuviera conocimientos en la organización de este tipo de movidas, ya que ninguno de los integrantes del proyecto estaba vinculado con la región. Me dijo: “a la película la dirige Sergio Bellotti, el pibe te va a encantar, es como nosotros”.
Del casting en la Sociedad Italiana
de la calle Cazón participaron muchos de nuestros vecinos y también gente del
continente. Yo había sugerido dos posibles candidatos para el papel
protagónico, uno era Javier Locatelli y el otro Ezequiel Duvieilh. El elegido fue Javier ya que, según Sergio, “Ezequiel era muy blanquito”.
Para el rodaje, que duraría seis
semanas, el Municipio de San Fernando nos alojó en su “Base de campamento” del
Felicaria, en donde verdaderamente había pocas comodidades. Sergio alquiló una
casa sobre el Arroyo Estudiantes desde donde planificaba todos los movimientos a
seguir. El desarrollo de la filmación fue, por momentos, caótico. Las grandes
distancias, los problemas para obtener el combustible, los mosquitos, las
inclemencias climáticas, las mareas, las bajantes, el total desconocimiento de
la vida en el Delta, los problemas económicos, la cantidad de personal y
artefactos técnicos para movilizar terminó diezmando al equipo de trabajo que
llegó a contar con cuarenta personas durante algunos de los días. Aún así
Bellotti continuaba, machete en mano, dando directivas debajo de su sombrero y
aplastado bajo abrazador calor de aquel diciembre trágico, mientras sorbía de un sucio vaso alguna bebida blanca.
Un colorido personaje resultó ser “Resorte”,
actor uruguayo con problemas psiquiátricos, hijo de una pareja de Tupamaros. El
muchacho, que era una bomba de tiempo constante, quedó en cierto momento en
medio de la isla sin medicación. A consecuencia de esto su comportamiento se
tornó errático y en una determinada ocasión hizo desaparecer todos los
cuchillos de la cocina, que posteriormente encontramos luego de un
“allanamiento civil” debajo de la cama en la que pernoctaba. Sus vaivenes lo
llevaron, otro día, a esconder uno de los cables del aparato telefónico,
dejando a todo el equipo de rodaje incomunicado por un par de días en la
segunda sección de islas, muy muy lejos del continente. Finalmente y como broche de oro, golpeó a una meritoria de
producción, siendo víctima posteriormente de una brutal paliza vengadora por
parte de técnicos y actores que terminaron cayendo al agua desde la cubierta
del “Aleluya”, el viejo crucero varado y escorado en dónde se filmaron muchas escenas.
Los días finales del rodaje
mostraron a un pequeño grupo de sobrevivientes, en la costa del Capitancito,
intentando dar fin al proyecto de Bellotti. Había largas barbas, mosquitos,
hastío, discusiones, golpes, mal humor y armas. Yo mismo apunté a Sergio con una escopeta y amenacé con dispararle a los inmensos y valiosos reflectores HMI - similares a los antiaéreos - que se encontraban de la margen de enfrente del arroyo. En Plaza de Mayo moría gente durante
los incidentes que terminarían con la caída de De La Rúa, pero de eso nadie
sabía nada. La película, la falta de dinero, el monte alrededor y los insectos
eran el breve y único mundo existente.
El resultado final fue mejor de lo
esperado, aunque ha quedado algún pasaje del film no del todo resuelto en
términos del guión. Hubo un preestreno en el por entonces ATC, un estreno en el
majestuoso Cine “Gaumont” de Congreso y una presentación para isleños en la
Sociedad Italiana de la calle Constitución en San Fernando para la cual se
contrató una lancha colectiva que trasladó de ida y vuelta a toda la paisanada
isleña que había participado del rodaje. Fue muy emocionante ver, en la inmensa
pantalla del “Gaumont”, la imagen del inicio en donde suena la explosión del
motor “Villa”, arrancado por el “Boga”. Esa noche, rodeados de
aduladores-fashion-modernosos, propios de estos encuentros, Bellotti con su
equipo y una muy poca cantidad de isleños nos encontrábamos unidos por un hilo
invisible de hermandad eterna, que se traducía en sonrisas y miradas de
complicidad.
Hace unos años Sergio anduvo por
casa. Salimos a recorrer en lancha la segunda sección buscando locaciones para
una publicidad. En el viaje recordamos las anécdotas de “Sudeste”. “¿Te acordás? ¡Qué quilombo!” decía
riendo. Yo le dije: “¡Bellotti, vos sos
el Herzog argentino!” “¿Por qué?” me preguntó sabiendo la respuesta pero
esperando escucharla de mi propia boca. “Porque
nadie podría haber hecho las locuras que vos hiciste para filmar Sudeste”.
Un problema hepático, que lo mantuvo
internado por varios días, terminó con su vida el 20 de octubre, a los 54 años.
Es seguro que todos los isleños que participaron del rodaje (Tony, Juancito,
Gerardo, Rubén, Cristina, Alejandra, etc., etc.) recordarán por siempre los
días en los que el “loco” Bellotti se paseaba con el machete en la mano,
jugando y haciendo una película.
Parte de su espíritu se fue, otra parte quedó
acá, en el río para siempre.
Que hermosa reseña. Que otra cosa es el arte mas que jugar? Gracias Uzal!
ResponderEliminarqué genial!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por la hermosa nota y por recordarlo! Saludos de sus hijos Luciano y Enzo, y míos, su mujer.
ResponderEliminarGracias Natalia. Un beso y saludos a los chicos.
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