domingo, 12 de enero de 2014

SIMPLE


Por J. B. V.
 
 
 
La cárcel del consumismo.

Simple.
 

 

Simple, profundo, despojado, claro, sin vueltas, esencial, sin adornos, sin afectaciones, recto,  sin maquillaje. Así por lo general me atraen las cosas: la literatura, la música, el pensamiento y la espiritualidad.

            Así son el Evangelio bien entendido, el Taoísmo y el Gandhismo, las tres principales vertientes de donde se surte mi espíritu.

            Lo retorcido tuerce, lo que tiene vueltas marea, lo complicado complica y lo excesivamente adornado impide ver la esencia.

            Lo popular suele ser simple también. Esa magia indescifrable entre artista y pueblo. Hasta el Boletín Isleño tiene algo de esto. Es simple, claro, sin afectaciones de intelectualidad ni sofisticación. Acá hemos logrado un espacio donde se escribe fácil, para todos, de manera sencilla y frontal.

            El haiku es simple. “Es lo que está ocurriendo en este lugar, en este momento”, decía Matsuo Basho, el más importante poeta de este estilo japonés.

            Y para meternos en nuestra monotemática obsesión, un rasgo de nuestro buscado ser isleño, podría ser la simpleza también. Un tipo humano más animal, más vivo, en contacto con sus propios sentidos que se encuentran despiertos y no anestesiados de urbanidad. En permanente relación con la naturaleza casi sin intermediarios, silencioso como un arroyo, sin espamentos; un sí, un no, una línea recta, una meta. Sin mucha vuelta, el isleño va a las cosas, o las cosas vienen a hacer con él.

            No es lo mismo fácil que simple. Lo simple en muchas ocasiones suele ser trabajoso, esforzado. Cuesta mucho trabajo ser simple. Simplicidad es ser el productor de sus propias cosas necesarias. Fácil es comprarlas si se tiene el dinero. Pero complicada es la interminable cadena de cosas que hay detrás de cada objeto que compramos y no vemos: extracción de materia prima, traslados por todos los mares del globo, explotación, contaminación, engaño publicitario. Simple es hacer uno mismo, fácil pagarle a otro.

            El camino fácil anestesia nuestra voluntad y nuestros sentidos. Corre de a poco el criterio de lo verdaderamente necesario hasta hacernos caer en el extremo que es el consumismo actual. El facilismo es la puerta al nuevo Culto 2.0: la religión de la Absoluta Comodidad. Sus dioses: las Cosas. Sus templos: los shoppings. Sus sacerdotes: los publicistas. El pecado original: no necesitar, ser simple.

            Si intentáramos producir nuestras propias cosas como lo hacían nuestros viejos isleños, nos daríamos cuenta de lo innecesario y superficial de la mayoría de nuestras necesidades y nuestros consumos. Gandhi decía al respecto: “Aún si a pesar de no cumplir al pie de la letra la ley del sacrificio, realizamos suficiente labor física para ganarnos el pan de cada día, nos faltará recorrer un largo camino hasta lo ideal. De hacerlo, nuestras necesidades se reducirían, nuestro alimento sería simple. Entonces comeríamos para vivir, y no viviríamos para comer. Todo aquel que dude de la exactitud de esta proposición, que trate de trabajar por su pan. Obtendrá el mayor goce del producto de su trabajo, perfeccionará su fe y descubrirá que muchas de las cosas que antes tomaba eran superfluas.”

            En la isla tenemos suficiente tierra para producir nuestras propias verduras y algunas de nuestras carnes. Inténtese producir sus propios alimentos. Nos daríamos cuenta de la cantidad de horas que destinamos a trabajar para ganar dinero para satisfacer inútiles y ficticias necesidades. Vivimos dentro de una Ecuación de la Infelicidad: Creencia en necesidades falsas = Excesivo trabajo para satisfacerlas + peor calidad de vida + depresión + estrés = más trabajo aún para gastos de psicólogos y medicamentos - tiempo para las cosas que nos hacen felices + miedo y angustia de perder las Cosas obtenidas con todo ese esfuerzo y que creemos que son tan necesarias.

            Existe un Orden, una Corriente natural que funciona sin necesitarnos para nada. El hombre sabio es el que es capaz de entender su mecanismo, su tiempo, su ritmo, y no intervenir en absoluto, torpemente, corriendo detrás de sus objetivos ilusorios, que no son más que su propio ego y estupidez. El sabio, simple, se limita a acompañar su propia esencia y la esencia de las cosas. La humanidad actual rompe permanentemente la armonía haciendo, estorbando, interfiriendo, boicoteándose a sí misma por no querer frenar a Observar y entender lo simple que es todo, si dejamos de complicarlo metiendo siempre nuestro Yo desesperado y atolondrado en el medio.

            Lo que tenés te tiene. Un verdadero hombre libre es un hombre simple, que no necesita nada. Un rasgo de la identidad nuestra es necesitar pocas cosas, y arreglárnoslas solos. Así lo vio el periodista Roberto Arlt en 1941 cuando pasó fugazmente por el Delta y escribió: “El delta argentino es uno de los pocos lugares del mundo donde aun queda un puñado de hombres libres”.

            Tendremos un Delta Autónomo y feliz cuando comprendamos que nuestras necesidades son pocas y simples: salud, educación, transporte, y un espíritu de austeridad que nada tiene que ver con las luces del centro. Si la isla que tenemos en mente es una que tenga un standard de vida urbano, lleno de necesidades falsas pero bien satisfechas, habremos sido “expulsados del paraíso” como Adán y Eva; habremos quebrado nuestra ecuación de simpleza e ingresaremos de lleno en la otra, cayendo así en la acertada sentencia budista: “la raíz de todo sufrimiento es el apego”. Será así, ya sea porque no logremos satisfacer las necesidades que falsamente creemos tener cayendo en la frustración; o porque sí lo conseguiremos (¡que la Fuerza nos guarde!) y ese habrá sido el día de la muerte del Delta.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario