La Pirata Marica Rivero y su esposo el Correntino Malo
Yo,
Doménico H., fui uno de los hombres que
navegó con la Marica Rivero. Este diario escrito a los tumbos, quiere contar lo
que se vio y lo que se sufrió al lado de esa mujer más dura que el quebracho.
Era
pirata, como la otra, la “cojuda” Micaela Taborda.
Navegué
con las dos, pero con la Marica se ganaba mejor y además dejaba que uno
anduviera mamado día y noche. A la Marica no le disgustaba que yo contara su
vida en un cuaderno,“...poné que soy alta,
menos puta y que tengo todos los dientes; hablá de mí para entusiasmar a los gurises
y para que me odie la milicada”.
Éramos
unos veinte y fuimos a la caza de un vapor italiano, el Acqua Forte que navegaba por las aguas del Gran Paraná.
Sabíamos
que merodeaba buscando fondear por una avería. Le anduvimos atrás durante varias
noches. Esperábamos la niebla, porque en la niebla Marica se agrandaba.
Arremetimos
por la popa y embocamos al vapor con un anzuelo de furia. La niebla no dejaba
ver pero nosotros teníamos la ventaja de haber nacido en el infierno. Los
marinos italianos eran grandotes y toscos, parecían viejos, algunos tenían
manchas en el cuerpo como si hubieran sido atacados por alguna peste. Eran
hombres rudos, se defendían bien, pero estaban
desconcertados por el modo en que aparecimos como fantasmas.
A
la cabeza iba Marica pegando gritos y partiendo cabezas con el machete. La
sangre se colgaba de la niebla y nuestras botas iban pisando pedazos de piernas
y brazos, cabezas que saltaban, no enteradas de que sus cuerpos se meneaban por
separado; parecían pollos pasados a degüello chocando contra las paredes como
borrachos, con el cogote colgando. Estábamos tan cebados que no sé si en algún
momento no matamos a alguno de los nuestros. No importaba demasiado, porque no
valíamos nada. Cada uno defendía el pellejo como podía.
A
mí me entusiasmaba el griterío, quería recordar lo que gritaban para escribirlo
en mi diario, pero los italianos aullaban en una lengua extraña; yo suponía que
el sufrimiento nos hacía decir a todos lo mismo, pero no, abrían la boca para
rogar. Nosotros no sabíamos rogar, ni pedir, ni suplicar.
Cuando
no quedaba nada ni nadie en pie, vi a Marica adentro de la niebla, fumando y
chupando, con el pelo rojo de sangre. Tenía la mirada extraviada como si
hubiera visto algo de otro mundo: -No me
jodás virgencita, salí del barco porque lo vamos a quemar aunque se llene de
santos!- gritó.
Nos llevamos las cosas más
valiosas y le prendimos fuego al barco. El humo llegaba hasta el cielo y
parecía que se llevaba las almas de los
muertos. Todo había terminado. Navegamos en silencio hacia cualquier
lado. Me acerqué a Marica para hablarle, estaba medio ida.
- Marica, vos viste algo, no?-
- ¡¿Qué
te metés?!, ¿Qué andás buscando escribir en ese cuaderno de mierda?...¿Qué
sabés vos de las cosas que le pasan a una?-...
-¿Era una virgen?... ¿Se te
apareció una virgencita en el vapor?-
-Sí... -contestó- y era linda, pero no como yo. Medio asustada
la pobre... poné que le faltaban los dientes, y que yo me levanté la pollera y le
mostré la concha para que aprendiera, para que se hiciera mujer y se viniera
con nosotros.
Fragmento del diario de
Doménico H. “Mujeres piratas en el Delta”
Alberto Muñoz es vecino del arroyo Espera. Es dramaturgo, poeta, guionista de televisión (Okupas, magazine for fai) escritor y músico. Esta serie de relatos llamada "Historias Naturales" fue ideada exclusivamente para el Boletín Isleño.
Soy escrutora, me gustó muchisimo el relsto, como puedo conectarme con Alberto Muñoz? O con Dumenico H? Mi mail es lalaltschuler@yahoo.com.ar
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