En todo este
tiempo que se viene hablando sobre el extractivismo: la minería, la tala de
bosques nativos, sojización, modos nocivos de extraer el petróleo, destrucción
del Delta por barrios privados y demás calamidades veo, en la falta de
información, un buen refugio para escapar de nuestras culpas.
Cuando
la linterna alumbra hacia el interior, alumbra mucho mejor.
En los centros urbanos, que es el
lugar en el que más se siente la protesta mediática de las clases medias con
acceso a las comunicaciones sobre estos gigantescos emprendimientos, es donde
mejor funciona como escudo personal la falta de conocimiento. En los ámbitos
rurales se sufre, se lucha, se padece en silencio o se pelea con las pocas
fuerzas existentes las consecuencias de todo este desastre.
Nos estamos comiendo el planeta
Las megaciudades, mejor dicho, sus
habitantes, son los principales impulsores del consumismo demencial que
motoriza la ambición de los empresarios por abastecer a esos devoradores
mercados. Allí se alimenta la ecuación: sacar-producir-usar-tirar.
La fascinación por la tecnología utilitaria del hombre urbano de hoy, por la
búsqueda de la Conexión Total, la Temperatura Ideal, por la obtención de la Completa Comodidad ,
como un moderno anhelo del antiguo Nirvana, hace que las “necesidades”/
“necedades” del individuo puedan ser multiplicadas hasta el infinito para luego
ser satisfechas por quienes aquello producen.
El juego es perfecto: los fabricantes de esas Cosas (como el
fallecido Steve Jobs, productor de Cosas de marca Apple) son emulados tras su muerte como verdaderos
reformadores de la humanidad, como Cristo, Buda, Gandhi o Lao Tse, y su aliado
principal, la publicidad, que hoy ya ha sido elevada al rango de “arte”, hace
lo que se precise al mejor postor.
Respecto de la tan mentada
“megaminería”, no hemos encontrado información accesible al gran público que
diga qué se extrae de esas minas, para qué, qué se fabrica con lo que de allí
se saca. Sería aterrador que al rastrear
la genealogía de los objetos diéramos en la cuenta de que con esos recursos
naturales extraídos de manera contaminante, se fabricaran los nuevos ídolos
actuales: teléfonos celulares mágicos, tabletas, iPods, computadoras, redes infinitas
de comunicación, electrodomésticos, máquinas y más máquinas. Lo mismo ocurre
con el ahora famoso “fracking” para extraer petróleo.
Cuando
la linterna alumbra hacia el interior alumbra mejor, aunque duelan los ojos.
No podemos seguir liberándonos de la
responsabilidad que nos cabe como individuos en esta sociedad. Los políticos
deben por supuesto impedir que todo esto ocurra, pero ¿quién de nosotros está
dispuesto a hacer un radical cambio en su vida personal para que esto no siga pasando?
Hablamos del cambio climático como de algo que nos es completamente ajeno, como
inocentes que no tenemos ninguna culpa.
El monstruo del extractivismo se alimenta de nuestro consumo desenfrenado
El sistema económico, el modo de
extracción y producción, y la relación del individuo con las COSAS están en el
banquillo. Si la explotación a los trabajadores y la división internacional del
trabajo (con el consecuente imperialismo) no era suficiente razón para
cuestionar el capitalismo, el problema ambiental –que también tiene su división
internacional de la contaminación- trae a la palestra una nueva consigna para
cambiar por completo este sistema horrible.
Pero en el plano individual, ¿quién dejará de escalar la estúpida
y demencial escalera de la tecnopelotudez para que no exista más la minería a
cielo abierto? ¿Quién dejará de comprar terrenos en barrios privados que
destruyen el Delta y otros lugares con el verso de lo “natural” (lo verdaderamente
natural era lo que había antes de que ellos llegaran al lugar) porque es un
buen negocio para invertir los ahorritos de la clase media? ¿Quién dejará de
vivir en un barrio cerrado? ¿Quién dejará de ganar las exorbitantes sumas que
trae el monocultivo de soja transgénica que sólo crece si se la rocía con el glifosato que contamina pueblos, mata campesinos e
hipoteca la fertilidad de la tierra?
. Un
sistema económico es como un motor. Si al motor se lo quiere detener, no se le
carga combustible y al momento se para. El consumismo extremo que produce
toneladas de basura plástica y tecnológica se alimenta de dinero. Con la
información, y con el coraje de asumir nuestras responsabilidades y un profundo
cambio de vida, podemos elegir adónde cargarle combustible al sistema… y
detenerlo.
Hemos de pasar de la ecuación inventar
necesidades-sacar-producir-usar-tirar a la ecuación necesidad real de la humanidad-producir bienes que duren-reciclar.
NO HAY PROBLEMA EN EL CERRO FAMATINA,
EN VACA MUERTA, EN LOS MONTES DEL INTERIOR NI EN NUESTRO QUERIDO DELTA SI
NOSOTROS CAMBIAMOS.
Si no estamos dispuestos a ir modificando gradualmente nuestra
vida cada día, a tener menos cosas y más simples y seguimos protestando ante
estos temas como si no tuviéramos nada que ver, somos unos hipócritas.
que bien se las hizo massa todos ustedes los ambienta listas llevaron a los isleños de las narices para ir contra colony park y ahora el delta de tigre esta a disposición de algunos pocos a ustedes llamados ambienta listas no les in porta la isla les in porta la platita y colony no se las dio ni se las va a dar colony por ahra no se hace pero grasias a ustdes se esta construyendo 10 beses mas en la isla y ustds no ben ni un sope jajaja
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